Aparecí detrás de un árbol en la parte trasera del jardín de la casa. Era el mismo árbol por el que mis hermanos y yo pasábamos la barda. Lo trepé, al otro lado de la cerca también había uno igual. Me pasé a ese. Desde donde estaba podía ver a una muchacha caminando con una cesta llena de ropa. El jardín seguía siendo como lo recordaba, verde y con flores por todos lados. La casa estaba exactamente igual. Enorme, con sus tres pisos y sótano, en donde mis hermanos y yo teníamos prohibido entrar. De niña la veía gigante, ahora, años después la seguía viendo de la misma manera, pero no por el tamaño, sino, por los secretos que guardaba entre sus paredes. Su color, el mismo mostaza que siempre odiaré, porque para mí representaba el control por parte de mi padre y la libertad que tanto anhelaba.
Al fondo vi la torre, en donde mi padre llevaba a cabo sus juntas de la Orden de los eternos. Junto con la casa de empleados, que resaltaba su color crema a un lado del café oscuro de la torre.
Inclusive tenía el mismo olor a canela y clavo, era el olor típico de mi madre. Siempre pedía que la casa oliera de esa manera.
Cuando ya no vi a nadie, bajé y rápidamente entré sin ser vista.
Ahí estaba parada, adentro de lo que alguna vez llamé hogar. Todo estaba acomodado de la misma manera que hace 100 años. Era como si los años no hubieran pasado en la casa. Las mismas cortinas, los mismos cuadros y el mismo olor, ese tan peculiar olor que me gustaba tanto.
Escuché ruido, me escondí detrás de una puerta, vi y escuché lo que platicaban dos mujeres del servicio.
—Verónica, necesito que vayas y le lleves esto al señor Fiore— le dijo esa voz que conocía bien, pero me parecía imposible que estuviera aquí después de tantos años.
—Sí, Ramona, como usted diga— respondió la muchacha tomando la charola que mi nana le dio.
Era increíble que mi nana estuviera con vida ¿la habrán convertido en una eterna o lo habrá sido desde el principio?, ¿seguirá siendo la misma persona buena y noble que era? Aún así no podía confiar en ella, en realidad en nadie. No, hasta averiguar qué era lo que había estado pasando.
Cuando no vi a alguien merodeando por los pasillos, subí a la recamara donde estaba el libro, pasé por la que era mi antigua habitación y resistí la tentación de entrar.
La habitación de mi madre era tal y como la recordaba. Todo estaba en su lugar, nada había sido movido de su sitio. Caminé hasta la cama, me agaché y me metí debajo de ella. Toqué cada una de las tablas hasta encontrar la que estaba floja, la quité y ahí estaba el libro, todo lleno de polvo, pero aún permanecía en su escondite.
Salí de debajo de la cama y guardé el libro en una bolsa que llevaba atravesada. La recámara todavía olía al perfume de mamá. Cerré los ojos y la imaginé ahí, abrazándome, pero a mi mente también vino la imagen del día que me tomaron prisionera y me encerraron. Aún sigo preguntándome como un alma buena como ella, pudo soportar tantos años a mi padre, un hechicero despiadado y sin escrúpulos que encerró a su propia hija, sólo porque no hizo lo que él quería, que mató a su hijo por ser diferente. Entonces recordé a Jeremiah y me pregunté qué era lo que había sido de él.
Escuché pasos hacia la habitación, vi que la perilla comenzó a moverse. Decidí esconderme debajo de la cama, para no ser descubierta.
Vi unos zapatos de hombre. Un hombre había entrado en la habitación. Suplicaba que no fuera mi padre, ya que si lo era, estaba perdida.
Tomaron algo del tocador y se sentaron sobre la cama. Oí unos cuantos susurros que no alcancé a comprender. Lo único que entendí fue: "te extraño".
Se recostaron en la cama, a los minutos su respiración fue lenta, estaba dormido. Decidí salir. Vi quien era, no lo pude creer. Jeremiah. Tenía entre sus brazos una fotografía de mamá. Sin duda, la extrañaba, al igual que yo.
Quería abrazarlo, pero tenía que resistir a la tentación. Me acerqué y le toqué su mejilla en la manera en como mamá lo hacía.
En menos de tres segundos, me arrinconó en la pared, ¿cómo lo hizo?, fueron movimientos tan rápidos, que ni siquiera pude verlo venir.
Me miró con furia.
—Jeremiah, soy yo, Mary Elizabeth
—No es verdad ¿Quién diablos eres y cómo has hecho este truco? — su brazo estaba sobre mi cuello, me costaba respirar
—Soy tu hermanita— jadeé
—Mientes— me apretó más fuerte la garganta, me faltaba más el aire, me quedaba poco tiempo, tenía que idear algo para quitármelo de encima. Tomé uno de los floreros que había a un lado de mí y se lo quebré en la cabeza, al instante se quitó.
Respiraba con dificultad.
—Jeremiah, soy yo ¿no me reconoces? — respiraba con dificultad. Él se tocaba la cabeza.
—Mi hermana nunca regresaría a esta casa, si es que esta viva. Ella murió.
—No, mírame
—No
— ¡Mírame! — exigí
Él lo hizo, puso sus ojos en mí.
—Es imposible. Mary Elizabeth
Corrió a abrazarme
— ¿Cómo es posible que estés con vida? — me miró confundido
—Nunca supiste— lo miré con ternura, al parecer nadie le dijo que seguía viva.
— ¿Saber qué? — preguntó consternado
—Que estaba viva, ¿papá nunca te lo dijo?
— ¿Mi padre lo sabía?
—Sí, he estado huyendo por un siglo de él. Mandaba a Dante a capturarme.
—Dante— expresó con odio. A nadie le agradaba, a excepción de mi padre —Es bueno que nunca te atraparan.
— ¿Por qué lo dices?
—En el último siglo las cosas no han estado muy bien aquí— se sentó en la cama
— No me sorprende
—Papá se ha vuelto cada vez más obsesionado con su afán de querer gobernar todo lo que hay en nuestro mundo.
— ¿Cómo has estado? ¿Qué ha sido de ti?
—Tenemos que hablar, pero no aquí— miró para todos lados.
— ¿Por qué? — pregunté en voz baja
—Pueden oírnos.
—Tienes que salir de aquí antes de que alguien te vea o escuche. El que yo esté aquí es normal, vengo todos los días a la misma hora. Pero si escuchan una voz más, empezaran a sospechar. Te veré mañana en el café que esta frente a Piazza della repubblica, ¿qué te parece?
—Está bien. Tenemos mucho de qué hablar— lo abracé
—Como no tienes una idea— me abrazó más fuerte —te sacaré de aquí— dijo unas palabras y me desapareció de la habitación en un parpadeo. Cuando menos pensé ya estaba afuera a un lado del árbol.
Si no hubiera sentido en ese momento la falta de oxigeno, juraría que fue sólo una alucinación.
Alguien me tenía que explicar muchísimas cosas, empezando por cómo hizo todo en la habitación.
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Oscura Noche
FantasyDespués de enterarse que toda su vida es una mentira que ella misma creó, Angie, cuyo nombre es Mary Elizabeth. Tiene una nueva misión: descubrir quien mató a su madre, recordar dónde traspasó sus poderes y regresar a Italia a terminar lo que inició...