Capítulo quince

11 3 0
                                    



Al entrar Stephano habló con el mesero, este nos llevó a una mesa a lo más alejado del recinto, era un lugar sólo para los dos. Había velas en medio de la mesa y arriba de un plato estaba una rosa roja.

Grazie— dijimos al mismo tiempo.

Él tomó mi silla y me ayudó a sentarme

—Gracias, mi ángel que rompe reglas—lo miré con ternura

—Un placer, mi hermosa hechicera— sonrió y se sentó a un lado de mí.

El mesero nos trajo la carta, le di una revisión. Pedí lasaña y Stephano pidió Spaguetti, con un poco de té.

—Stephano ¿cómo se llama en realidad tu amigo? — pregunté para anular el silencio entre nosotros.

—Se llama Alec— tomó mi mano

— ¿Por qué le dicen Romeo? — la acarició

—Porque aunque lo veas rudo en apariencia es muy romántico, se la pasaba diciendo versos a toda mujer que pasaba — exhaló— y se quedó a vivir aquí en Verona.

—Le quedó muy bien el apodo— reí un poco — ¿nunca le llaman por su nombre?

—Entre nosotros no, es raro, siempre le decimos Romeo.

—Me gustaría llamarlo Alec, si no le molesta

—No creo, pero tendrías que preguntarle.

El mesero se acercó de nuevo a nosotros con lo que habíamos ordenado antes.

—Grazie— expresamos cuando dejó nuestros platillos y bebidas en la mesa.

Asintió y se marchó.

Estuvimos comiendo muy tranquilos, hasta que Stephano comenzó a actuar un poco extraño.

— ¿No es ese tu hermano? — apuntó atrás de mí, me giré, pero no había nadie. Cuando volví a tenerlo frente a mí, él sostenía una pequeña caja. Me sorprendió que hiciera eso.

— ¿Qué significa esto? — pregunté nerviosa

Abrió la caja

—Esto es algo que te pertenece, que jamás debió de regresar a mí.

Lo vi, era el anillo, el mismo anillo de la tienda, aquel que vi en mis recuerdos.

— ¿Por qué? — fue lo único que pudo salir de mi boca

—Ya te dije, es tuyo. Siempre lo fue, al igual que mi amor por ti.

No supe que responder. Sólo lo miré.

—Además, Mary Elizabeth— se arrodilló—quiero casarme contigo ¿Quieres ser mi esposa?

— ¿Otra vez? — contuve las lágrimas

—Sí, otra vez. Pero esta vez, si será real.

No pude evitar reír.

—Sí, Stephano. Acepto ser tu esposa.

Él colocó el anillo en mi dedo anular y me besó con ternura.

Durante la cena, Stephano no dejaba de ver el anillo.

—Siempre me gustó como lucía este anillo en ti. Sé que no es mucho.

—Te lo dije antes y lo repito ahora, es perfecto

Él sonrió. La pregunta que tenía en la mente era por qué me había dado el anillo. Sabía lo que estaba por venir, sabía que nuestras vidas estaban en riesgo, entonces, por qué lo hizo.

—Stephano

— ¿Sí? — dio un trago a su bebida.

— ¿Por qué me diste el anillo, si sabes que lo que está por venir será desastroso?

Se quedó callado, no sabía que pretexto inventar.

—Si he de morir, por lo menos quiero hacerlo con el placer de hacerte mi esposa.

Algo más se escondía en sus palabras. Y era algo que tenía que averiguar.

Me quedé muy seria después de su respuesta.

— ¿Todo está bien? — preguntó trayéndome de vuelta

—Sí— sonreí falsamente

Al salir del restaurante nos fuimos caminando, hasta la casa de Romeo. De camino nos quedaba la iglesia Santa Anastasia, a la cual, Stephano quiso que entráramos. Me tomó de la mano e ingresamos. Era hermosa y monumental, al fondo se encontraba el altar. Estaba llena de santos por todas partes. Nos acercamos al fondo.

— ¿Qué es lo que estamos haciendo aquí? — pregunté en voz baja

—Debido a lo que me preguntaste cuando estábamos en el restaurante, sobre porque te di ese anillo, sabiendo lo que pasaría. Aquí tienes tu respuesta. Nos casaremos esta noche.

—Has perdido la cabeza— reí —No me casaré contigo. Si quiero hacerlo, pero no hoy.

—Mary Elizabeth, piensa en que tal vez no tendremos un futuro.

—Estas siendo demasiado trágico y dramático en esto— aunque estaba siendo catastrófico, había algo de razón en su pensamiento.

—Sí, sé que será peligroso; no tienes que llegar a estos extremos. Además no hay un sacerdote que nos case.

—Estamos en una iglesia, podemos casarnos nosotros mismos, será como una promesa y si salimos vivos nos casamos como tú quieres, como en realidad te lo mereces.

—Hay algo más, hay algo detrás de todo esto que no me quieres decir

—No es nada

—A mi no me engañas, ¿qué es? —pregunté demandante

—No quiero que te vayas con Dante, eso no lo resistiría

—Nunca me iría con él

— ¿Y quién me lo asegura?

—Yo, te amo lo suficiente como para no irme con él— lo tomé de la mano

—Entonces, ¿por qué no te quieres casar conmigo? — la besó

—Sí quiero, pero no en estas circunstancias. No quiero que vuelva a pasar lo mismo— me solté

—Esta vez no pasará. Es sólo prometer ante dios que pase lo que pase, estaremos juntos.

Sonreí

Él sonrió, al final consiguió lo que quería.

Me tomó de la mano de nuevo, quitó mi anillo, lo introdujo en el agua bendita, después lo saco y lo secó con su camisa.

—Delante de estas imágenes, de Cristo y Dios, prometo que yo Stephano, siempre te seré fiel ante todo y juro defenderte de todos, incluso si se me va la vida en ello. Te amo y nunca cambiará. Con este anillo prometo, que algún día nos casaremos como te lo mereces, cuando esto termine— colocó mi anillo en el dedo anular. Me besó la mano.

—Yo Mary Elizabeth Fiore, prometo delante de este altar que siempre te voy a amar y pase lo que pase, siempre lo haré. Te juro que siempre realizaré todo lo que sea necesario para defendernos, aunque vaya en contra de mi propia voluntad y convicciones. Te amo y eso nunca va a cambiar.

No tenía nada para él, así que en mi mano aparecí un anillo sencillo.

—Esto es para ti— lo puse en su dedo anular —es lo que simboliza nuestra promesa.

—Te amo, mi hechicera— se acercó para besarme

—Y yo a ti— lo besé.

Oscura NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora