Aparecimos en la torre donde se encontraba la orden. Podía reconocerlo, ya estuve antes aquí, tenía unos cuantos cambios, pero era muy similar al original, que era de hacía un par de siglos.
—Camina— me ordenó Piero, al quitarme el hechizo, me amarró las manos con una soga que apareció mágicamente.
— ¿A dónde me llevas? — me aventó para que caminara.
—A ver a tu padre— arqueó una ceja
—Cyrano no es mi padre— mi voz sonó llena de odio.
—Yo no hablaba de él— sonrió. Al igual que Dante, cada vez que sonreía era como ver un demonio hacerlo.
—Te llevaré a donde tenemos prisionero a Sartore, ahí te quedaras hasta que el jefe diga.
Bajamos por las escaleras, pensé que me llevarían a los calabozos del edificio que se encontraban en el sótano, ya estuve ahí y no fue una experiencia muy recomendable. Pero no me llevó a ese lugar. Llegamos hasta unos cuartos, que estaban resguardados por Amos y Argus.
—No tardaste en traerla— comentó uno de los gemelos mosquito, de los cuales ni siquiera me molesté en mirar para saber quien había sido.
—Le dije al jefe que no tardaría y así fue. Abran la puerta, tengo que dejarla, para ir con Cyrano a decirle que ya traje su paquete tal y como me lo pidió.
Ellos abrieron la puerta, él me quitó la cuerda de las manos y me aventó como si fuera un trapo viejo o una muñeca de tela.
—Oye— le grité —no soy ningún objeto para que me avientes así.
—Aquí te quedarás hasta que decidan que hacer contigo; aunque si te soy sincero, no creo que te quedes mucho— me dio una macabra sonrisa al cerrar la puerta e irse.
— ¡Púdrete! — le grité cuando la puerta ya estaba cerrada.
— ¿Mary Elizabeth? — escuché una voz que provenía del rincón. Era Sartore estaba segura.
No le contesté.
—Sé que eres tú.
Se acercó a mí. Era extraño, pero no le tenía miedo. A pesar de su mirada bastante expresiva y aspecto rudo no me sentí intimidada, cosa que con Cyrano no pasaba, siempre le tuve temor. No parecía tener más de treinta años, era de la misma estatura que Stephano, pero Sartore era más moreno que él. Puso sus manos en mis mejillas y me miró a los ojos durante 5 segundos sin decir palabra alguna. Hasta que rompió el silencio.
—Tienes los ojos de Regina.
Le quité las manos de mi rostro.
—No me toque— lo miré fijamente
—Eres muy parecida a ella, incluso en el temperamento. Tu madre también fue una mujer muy fuerte. Y me alegro que haya hecho un buen trabajo contigo— sonrió con ternura.
—No le permito que hable de ella. Su recuerdo es lo único que me queda ahora. — me crucé de brazos
—A mi también.
Lo miré incrédula.
—Cállese, no tiene ningún derecho de hablar de ella. Usted no fue nadie en su vida— me giré para no verlo. La habitación era pequeña, de color gris, húmeda, olía mal y solamente tenía una banca de concreto en ella. Había marcas, frases de odio y muerte escritas en las paredes. La habitación deprimente te decía a simple vista que no te quedaba mucho tiempo en este mundo.
—Te equivocas. Regina fue el amor de mi vida.
—Miente. Solamente la utilizó para sus perversos planes— lo encaré
—Realmente la amé, cuando murió lamenté mucho su perdida.
—No sé como convenció a mi madre para que accediera— le grité. Estaba enojada con él y también con mi madre, de cierta manera, por haber accedido, ahora las consecuencias yo las estoy pagando.
—Hija... yo...
—No me llame hija— repetí
—Mary Elizabeth, cálmate.
Respiré profundo y me senté en la banca que había en la habitación.
—No sé qué te habrán dicho o que habrás descubierto, pero creo que es tiempo de decirte la verdad. Es tiempo que sepas quien eres en realidad— estaba frente a mí mirándome con ternura, después de haberle gritado me seguía mirando de la misma manera.
—Soy una hechicera y una nefilim, eso ya lo sé. Soy la elegida para tu dichoso sacrificio. Para poder liberar a los de tu tipo yo tengo que morir— expresé con ironía.
—Todo lo que dices es verdad, pero es tiempo que descubras tus orígenes y el por qué te he estado buscando. Hay muchas cosas que no sabes Mary Elizabeth y tienes que saberlas— Se quitó la camisa y se sentó a un lado de mí.
—Toca mis cicatrices— me ordenó
No lo miré.
—Por favor, Mary Elizabeth—sonó como súplica —antes de que venga alguien y sea demasiado tarde.
No muy convencida, lentamente, coloqué mi mano derecha sobre su cicatriz. Comencé a ver todo oscuro, hasta adentrarme en sus recuerdos.
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Oscura Noche
FantasiDespués de enterarse que toda su vida es una mentira que ella misma creó, Angie, cuyo nombre es Mary Elizabeth. Tiene una nueva misión: descubrir quien mató a su madre, recordar dónde traspasó sus poderes y regresar a Italia a terminar lo que inició...