Capítulo diecinueve

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Estaba desayunando un poco de huevo, pan tostado y jugo de naranja, la noche anterior me había dejado hambrienta y un poco dolorida. Tocaron a mi puerta. Aun traía puesta la pijama y el cabello hecho un desastre. Me levanté para abrir. Primero me fijé quien era. Dude que fuera ella, pero algo en mi interior me dijo que era verdad. Era Alyssa.

—Mary Elizabeth— me abrazó cuando abrí la puerta.

—Alyssa— le correspondí el abrazo, haciéndolo fuertemente.

—Me alegro que estés bien. — me soltó, tomó sus maletas y pasó.

Cerré la puerta en cuanto entró.

— ¿Dónde está Stephano y el chico?

— ¿El chico? — seguramente vio a Gonzalo en una de sus visiones.

—Sí, en una de mis visiones vi a un chico alto, cabello negro, ojos cafés, casi verdes.

—Gonzalo— dije sin dudarlo

—Así se llama o debería decir Jerome— me miró fijamente

— ¿Cómo sabes que es él? — era como si estuviera leyendo mi mente.

—También lo vi

Sonreí

—Fueron a comprar provisiones— respondí a su pregunta inicial

—Fueron al súper y te dejaron aquí— expresó casi ofendida

—Estaba dormida. Y bueno al bajar me encontré con una nota de Stepahano.

Ya no iba a terminar mi desayuno, así que levanté el plato de la mesa, y fui a lavarlo. Alyssa se sentó en uno de los sillones de la sala de estar. Al regresar me senté a un lado de ella.

— ¿Cuéntame cómo estuvo el viaje?

—Largo— rió—te he extrañado mucho amiga.

—Yo también Aly, pero era mejor que estuvieras alejada— la abracé—Dime ¿qué es lo que te trajo aquí?

Ella permaneció seria. Estaba en Italia por algo importante, peligroso, algo que no se cuenta tan fácil por teléfono.

— ¿Qué fue lo que viste?

Ella permaneció seria y callada

— ¿Qué fue? — exigí

—Estas en peligro

Se quedó callada, se levantó del sillón, se pasó la mano por el cabello, el cual llevaba suelto.

—Habla Alyssa— insistí

—En mi visión, vi como te asesinaban— actuó desesperada

— ¡Qué! — me llevé la mano a la boca —¿Viste quien era?

—No, la imagen fue borrosa.

— ¿Cómo supiste que era yo?

—Por tu collar, lo llevabas puesto.

—Si la imagen estuvo borrosa, entonces fue...

—No, él no pudo ser— me interrumpió

—No estoy hablando de Stephano. Pudo haber sido un ángel caído.

—Puede ser o pudo ser alguno de los eternos. Tienes que irte con mucho cuidado.

—Lo sé. Por favor, Alyssa, te suplico que no le vayas a decir nada a Stephano.

—No te preocupes, no le diré nada. Sólo porque tú me lo pides— se sentó a un lado de mí, tomó mi mano izquierda — ¿qué es esto? — tocó mi anillo, pero como era posible que lo viera si tenía puesto un hechizo de invisibilidad. Seguramente era por su don.

— ¿Cómo es posible que veas el anillo si tiene puesto un hechizo de invisibilidad?

Rió

—Eso lo sé. No lo veo a la perfección se ve como un anillo transparente alrededor de tu dedo— sonrió —recuerda que yo tengo la habilidad de ver más allá que las personas normales. Pero no te preocupes nadie lo verá.

Respiré aliviada

—Stephano me lo dio.

—Eso lo sé, es el anillo que te dio cuando te propuso matrimonio. — hizo una pausa analizando la situación, yo sólo la veía. — ¿te pidió matrimonio de nuevo?

—Algo así. Es más como una especie de promesa.

— ¿Cuál?

—Que algún día nos casaremos— me reí

—A mi no me engañas— me miró fijamente

—No estoy diciéndote mentiras

En realidad no lo hacía, básicamente nos habíamos prometido, que algún día nos casaríamos, de verdad. Si salíamos vivos de todo lo que se aproximaba.

—Nos prometimos delante de un altar amor eterno y que algún día nos casaríamos.

Ella me miró sorprendía.

—No te mentía.

—Es increíble— dio un grito de moción —Te desapareces unos días y cuando te vuelvo a encontrar eres una mujer semi casada.

Me reí ante la palabra. Y la imagen de Stephano y yo consumando nuestro amor.

— ¿Hay algo más que no me has dicho?

—No, ya te dije todo— me sonrojé

Ella me miro a los ojos y lo supo de inmediato.

—Tranquila no diré nada. Pero imagino que ambos deben de estar muy contentos, Señora de Blake.

— ¡Aly!

—Ya no diré nada— rió, yo reí junto con ella.

Se escuchó que abrieron la puerta, era Stephano y Gonzalo.

— ¿Por qué tantas risas? —preguntó Gonzalo.

—Imagino por qué, ella ya debe de estar aquí— respondió Stephano

—No te equivocas— le contestó Alyssa

Ellos entraron y dejaron las bolsas en la mesa.

—Bienvenida— comentó Stephano a Aly, al momento de darle un abrazo.

—Gracias, Stephano.

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