|| ꜱᴡᴇᴇᴛ, ʙᴜʀɴɪɴɢ ᴀɴᴅ ʙɪᴛᴛᴇʀ ||

04. Descontrol

[Volkabo nsfw/omegaverse]

En aquella sociedad donde cualquiera poseía una casta, la cual les era dada apenas nacer, y que los hacía menos listos o más fuertes que otros, Gustabo había nacido como un ordinario y simple beta.

Su cuerpo no liberaba feromonas y tampoco se veía afectado por las de otros, su fuerza era bastante regular y su inteligencia sólo un poco superior al promedio, lo suficiente al menos para ser parte del cuerpo de policía junto con Horacio, un omega de tez morena que le había insistido hasta el cansancio para que hicieran el examen juntos.

Al final termino cediendo, como casi siempre, y ahora paseaba campante por los pasillos como si la comisaría fuera totalmente suya. Nunca había sido del tipo egocéntrico, pero vaya que le gustaba que los alfas de rangos inferiores le hablarán con respeto. Sus apacibles voces pidiendo un consejo, la manera en que agachaban apenas un poco sus cabezas, y la retención de sus propias feromonas, le robaban sonrisas relucientes de superioridad.

Aunque no con todos era así. Había sólo uno que se negaba a comer de su palma. El comisario Viktor Volkov. Él desconfiaba, podía verlo en su mirar, y aunque le tenía respeto sabía que así era con todos. Un extraño enigma que parecía tener un límite de frases por día y que siempre estaba tras su superior.

Le agradaba el aura misteriosa que lo rodeaba, no iba a negarlo. Le gusto desde que lo escucho hablar con esa voz tranquila, neutral, como si tuviera todo bajo control, e imaginarse siendo la razón de su descontrol le provocaba una oleada de escalofríos que iban desde su columna hasta la punta de sus dedos.

Cada que lo veía pasar le lanzaba un piropo sólo para ponerlo nervioso y que le llamara la atención, cada que se quedaba atendiendo denuncias lo buscaba entre la muchedumbre, lo cual no era difícil gracias a su altura, y cada que asistían a un código, no podía evitar mirarle y cuidarle la espalda.

Admitía que tenía un problema, que tal vez lo suyo se hubiera vuelto una loca obsesión de no ser por Horacio, quien le paro en seco de un sólo golpe.

"Me gusta Volkov"

Aquellas tres palabras le revolvieron el estomago y le forzaron a sentarse, porque la vida le había enseñado que cuando a un omega le gustaba un alfa, no existía beta que pudiera interferir.

Esa era su maldita cruz.

Los omegas tenían su vulnerabilidad, los alfas su egocentrismo y carencia de control, y los betas su simpleza, su forzada sencillez.

Ese día fingio como muchas veces. Le deseó suerte y le dijo que con aquel aroma a dulces le hacía caer, mientras que por dentro le deseaba fallar. Se sentía mal por ello, pero si aquel alfa le rechazaba al menos podría seguir mirándolo, deseando tenerlo sin la intención de intentarlo.

Y parecía que la suerte ya no le daba la espalda, porque poco después llego a sus oídos la noticia de que Volkov había rechazado a su amigo, al igual que a otra omega del cuerpo. Se sintió feliz, dichoso al saber que ningún omega podría decirle que se estaba pegando demasiado a su alfa o que debía dejar de hablarle con tanta familiaridad.

—Conway, necesito las llaves del despacho de abajo — informó en cuanto se plantó delante del escritorio de su superior, quien le dedico una breve mirada por encima de los lentes antes de retomar su escritura.

—¿Para qué? — exigió saber el alfa de voz autoritaria mientras cambiaba de hoja.

—Hombre, pues para robar todas las grabadoras — respondió con seriedad antes de cambiar de expresión a una molesta— ¡Pues para que va a ser, viejo! — exclamó, dejando caer la montaña de papeles que tenía en brazos. Conway chasqueo la lengua, ni siquiera los había notado.