|| ꜱᴡᴇᴇᴛ, ʙᴜʀɴɪɴɢ ᴀɴᴅ ʙɪᴛᴛᴇʀ ||

47. Último baile

[Volkabo angst]

Desplomados sobre el amplio sofá negro de su sala ambos miraban la pantalla oscura de la tv mientras se pasaban con cada cambio de canción en la radio la última bebida que había en el bar de casa. Llevaban casi dos horas sin hablar, arrojando al suelo cada una de las botellas que fueron a parar a sus manos frías, y aún no sentían que fuera suficiente silencio.

Gustabo apoyó perezosamente sus pies descalzos contra la mesita de noche frente a ellos, cosa que antes habría reprendido al instante, pero que ahora por su falta de energía simplemente dejó pasar. De hecho, ¿qué más daba ahora? Se despojó de sus zapatos con ayuda de sus propios pies y adoptó la misma posición que el rubio a su lado, acomodando una de sus piernas sobre la otra antes de dar otro largo trago a la botella de vodka barato.

Las canciones eran horribles, sin ritmo y de artistas poco conocidos, al menos para ellos, y el desagradable bochorno de la noche les hacía sudar lo suficiente para que algunas partes de sus prendas se pegaran contra sus cuerpos. Era asqueroso, todo el día estuvo destinado a serlo a partir de la inesperada llamada de la agencia de adopciones.

Actualmente no son aptos para tener un hijo, dijeron, pueden volver a intentarlo después, y colgaron.

Ya estaban cansados de intentar, de tragarse esas mentiras que iban a llevarlos de vuelta al punto de inicio si volvían a confiar. Necesitaban un descanso de la situación, un respiro de todos e incluso de ellos mismos, y por ello no hablaban.

Se conocían tan bien que sabían, sin lugar a dudas, que la primera frase que saliera de entre sus labios sería el inicio del final.

Volkov termino de un trago el vodka, escuchando de fondo el incio de una nueva canción, y las inesperadas ganas de levantarse le golpearon con insistencia, aunque no para alejarse en busca de algo más que llevarse al sistema ni para encerrarse en su habitación hasta que volviera a salir el sol, no, simplemente quería seguir con sus pies el animado ritmo que llegaba a sus oídos.

Lo hizo bajo la atenta mirada del contrario, pues en algún momento alguno tenía que darse valor para ponerse de pie, y fue víctima de un leve mareo antes de dejar la botella vacía sobre la mesita. Busco con sus orbes el aparato que les impedía ahogarse en el silencio y, tras verlo en el buro cerca de su reposabrazos, subió el volumen al máximo. Los vecinos iban a quejarse después, aunque poco le importaba.

Se dejó encontrar por los zafiros de Gustabo, viendo en ellos el reflejo de sus emociones, y las ganas de llorar amenazaron con derrumbarle, sin embargo, fue capaz de estirar una de sus manos hacia él a modo de invitación. Ambos sabían que un simple baile no les haría cambiar de opinión, no iba a avivar la esperanza ni a darles un nuevo rayo de energía para más intentos, sólo les daría un momento.

Gustabo deslizó su mano por encima de la suya, en contra de su profunda tristeza y agotamiento, y se levanto luego de liberar el aire retenido. Vio su tristeza iluminada por la poca luz, en sus ojos enterrados los secretos que compartieron en la intimidad y los rezos muertos de una esperanza perdida.

Le sostuvo con firmeza durante más tiempo del que alguna vez estaría dispuesto a admitir y con un paso subió a la mesita de noche. Gustabo sólo se dejó guiar, tirando botellas al suelo y papeles que les recordaban la ingenuidad de dos hombres que se creyeron capaces de avanzar.

Empezó moviendo los hombros con palpable tensión, siguiendo con las piernas mientras columpiaba de adelante hacía atrás la mano que le mantenía unido al contrario. Gustabo bufó con una sonrisa apagada antes de soltarse a reír ruidosamente, siendo dominando por las emociones en un segundo.

Apretó su mano en un intento de consuelo al notar como entre carcajadas las gotas de agonía retenida comenzaban a fluir continuamente por sus mejillas. Si le preguntaba cualquier cosa en ese pequeño quiebre entrarían en un territorio del que no saldrían con vida, así que acercó su cuerpo al suyo para transmitirle su calidez antes de inclinarse para susurrar muy cerca de su oído una petición.

Baila conmigo.

Y le devolvió su espacio, escuchando como poco a poco su risa se apagaba para acompañarle en su vaivén. Soltó su mano, aunque la unión se sentía tan fuerte como antes, y elevó ambas manos para comenzar a moverlas como si diera golpes al aire. Tardó en seguirle, pues aún le era inevitable perderse en su existencia, y luego le imitó.

Su torso seguía tenso y aún le costaba soltarse, pero Gustabo movía todo su cuerpo con naturalidad, cerrando sus ojos para sumergirse en una delicada burbuja. En sus pestañas aún podían apreciarse los rastros de su llanto, pero su rostro relajado le brindo la calma necesaria para seguir fingiendo que no había ocurrido nada.

La canción adquirió un nuevo ritmo y le vio dar un giro sobre sus pies antes de dar un pequeño salto al sofá junto a ellos, dando vueltas sobre la punta de sus pies hasta llegar a uno de los bordes y dándole una patada a la lámpara que estaba sobre el buro para subirse encima. Se tambaleo un poco, pero en cuanto recobró la postura, se dedicó a dar pequeños saltitos mientras movía sus brazos elevados como si fueran olas.

Sonrió, pues cualquiera que les viera pensaría que eran unos tontos sin gracia, y no dudo un segundo en arremeter contra el sofá, saltando al centro y colocando uno de sus pies contra el respaldo para hacerlo caer con él encima. Se mantuvo de pie y automáticamente busco la mirada del contrario, viéndole reír ligeramente antes de finalmente tocar el suelo.

Siguieron bailando, revolviendo sus cabellos y siendo cubiertos por una fina capa de sudor mientras tiraban cuadros, fotografías, botellas y todo lo que se cruzará por sus caminos. Sólo lo necesario para deshacerse de ese lugar quedaría intacto, pero todas sus pesadas memorias iban a eliminarse.

Así evitarían buscarse mientras se permitían sanar y, en un futuro no tan distante, podrían decir sus nombres sin amargura, porque no volver a escuchar sus voces llamándose en la oscuridad sólo sería una pena; una que no estaban dispuestos a soportar.