19. Memorable velada

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[Yunando soft]

Dos frente a dos en una hermosa mesa de cristal con cubiertos de plata y tres velas aromáticas, de distinto tamaño y sobre una mediana base de madera de roble, se encontraban adornando el centro y ocultando con su agradable aroma la mezcla asfixiante de una tensión irremediable, causada y conscientemente mantenida por desiciones de un par de alfas viejos.

La comida era costosa, podía verse en las porciones y sentirse al cortar con el filo del cuchillo el filete que hace minutos les habían servido, aunque la desagradable razón que les tenía ahí sentados termino contaminando y volviendo insípido cada bocado.

Aquello era una cita, una que estaba planeada desde que nacieron como alfas y que tenía tres objetivos muy claros. Alianza al unir a los Grúas, una familia de alfas dominantes que eran dueños y proveedores de armas, y a los Kalahari, una familia de alfas y betas recesivos que por generaciones habían trabajado para la policía para ocultar sus movidas. La mejora de ambas familias al concebir alfas puros, los cuales sólo eran un pequeño porcentaje de la población debido a lo poco común que era que los alfas se soportarán lo suficiente para irse a la cama, y lealtad por parte de ambos líderes en cuanto se firmará el acta que unía ambos apellidos.

—Bueno, señor Kalahari...— Hablo uno de los mayores con voz rasposa luego de terminar con el trozo de carne que había llevado a su boca, apoyando su espalda contra la acolchada silla y transmitiendo empeoramiento en sus feromonas de amargo olor— ¿cuándo gusta que se efectue esta unión? — preguntó como si de cualquier cosa se tratase, desinteresado y aburrido, mientras desabotonaba los pequeños botones de su saco negro.

El mayor de los asiáticos miro a su hijo, quien no se había dignado a levantar el mentón desde que llegaron al lugar de poca luz, y luego al de barba gris con una expresión neutra, alzando los hombros y bajando las comisuras de sus labios.

—Entre más pronto mejor — musitó con toda tranquilidad e ignoró la mueca que el menor a su lado había mostrado sin disimulo alguno, justo como llevaba haciendo desde que se mostró tan renuente a algo que era conveniente para ambas partes.

Podía maldecir, llorar y destruir cuanto quisiese, de todas formas nada le haría cambiar de opinión.

—De acuerdo — Y los hombres de notables canas en el cabello y arrugas en el rostro empezaron a hablar y pactar condiciones como si ellos no estuvieran presentes, no lo estaban en realidad.

Yun, el hijo menor de todos los Kalahari, mantenía las manos sobre sus muslos y bajo la mesa, apretando sus pálidos dedos sobre un pantalón formal de color azul marino que no había sido escogido por él, pues su padre creía que el rojo era en extremo llamativo, mientras deseaba con todo su ser que aquella a la que hacían llamar cita terminará de una buena vez. No quería estar ahí, sentado a un corto metro del hombre al que pronto tendría que reconocer como su única y eterna pareja. Si fuera por él, estaría gozando de la noche con sus amigos en algún bar lejos de la ciudad, si pudiera decidir, se casaría con una beta hermosa que había conocido en el hospital hace unos meses, y si tuviera un mínimo de valor, se habría puesto de pie en cuanto comenzaron a hablar de hijos.

Mordió su labio inferior con la intención de acallar a la voz, exigente y descontrolada, que amenazaba a cada paso del reloj con mostrar su desagrado, el cual quedaba más que implícito en sus feromonas, aunque poco les importaba a los cabeza de la familia.

Armando era el único que estaba prestando un mínimo de atención al aroma a vino que estaba presente en su boca, intoxicando sus sentidos con lentitud y capturando poco a poco su atención cada que se veía obligado a llenar sus pulmones con esa dulce escencia a la que cualquiera podría volverse adicto. Probablemente él era el menos renuente con la situación y quien entendía mejor las razones por las que sus anulares estaban atados desde pequeños, sin embargo, era el menos conforme, pues creía que esa era la salida fácil.

Unir apellidos, compartir territorio, un enemigo menos del cual estar al tanto y un aliado útil. Todo eso lo pudieron conseguir de otra forma, aunque decidió no decir nada en cuanto le mostraron las fotos del que sería su esposo. Un joven alfa a mitad de sus veinte con el cabello tintado de un hermoso carmín, ojos rasgados y un par de tatuajes esparcidos por el cuerpo. Él era la primera imagen que aparecía al buscar desobediencia e inmadurez, y se lo confirmaba su historial sospechosamente limpio. Un sutil recordatorio del poder que tenía su padre.

No tenía porque negarlo ni lo haría, se sentía tentado por él. Le gustaría que su primer encuentro se hubiera dado de otra forma o haber elegido al menos el lugar de su primera cita, pero no tendría tal privilegio sólo por aceptar sin renegar las órdenes de su padre.

—Esta decidido — El choque de palmas de su padre le saco de su ensimismamiento y al verle por el rabillo del ojo, un suspiro se escapó de sus labios. Estaba a punto de ponerse de pie para poner fin a la reunión y él ni siquiera había pronunciado palabra alguna—. Dentro de tres días iremos a su casa mi familia y yo para firmar los papeles frente al juez que usted escoja — Finalmente se puso de pie y le siguieron todos los demás, acomodando por inercia sus sacos y estrechando sus manos.

Le sonrió al mayor de los Kalahari con falsa amabilidad y luego miro al alfa de ojos apagados frente a él. Tal vez intentarlo le dejaría en ridículo o terminaría provocando un problema que no estaba presente pero que podía estarlo con facilidad, pero quería tocarlo. Respetuoso y con un apenas perceptible temblor, alzó una de sus manos hasta él, consiguiendo que por fin le mirara con esos cautivantes orbes cafés.

—Nos vemos en dos días, Yun — La curiosidad junto con la extrañeza no abandonaron sus facciones hasta que se atrevió a alzar su mano contraria para permitirle sentirlo por primera vez.

En un principio para Yun fue áspero, luego se torno cálido con ayuda de tiernas e inocentes caricias sobre el dorso de sus dedos y nervioso al ser arrastrado por una marea de aroma a canela y ojos profundos, dejándose hundir hasta sentir sus labios rozando sus nudillos en una silenciosa promesa. "Te llevaré a un lugar mejor la próxima vez" y le soltó con lentitud, regalándole una cómplice sonrisa antes de seguir los pasos de su padre rumbo a la salida.

—Que tipo tan lalo...— murmuró en un volumen tan bajo que su padre no fue capaz de escuchar, soltando un suspiro al ver como el alfa junto con su aroma dejaban el local.

|| ꜱᴡᴇᴇᴛ, ʙᴜʀɴɪɴɢ ᴀɴᴅ ʙɪᴛᴛᴇʀ || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora