|| ꜱᴡᴇᴇᴛ, ʙᴜʀɴɪɴɢ ᴀɴᴅ ʙɪᴛᴛᴇʀ ||

43. Tras las puertas

[Volkabo nsfw]

En la comisaría de Los Santos antes era una verdad comprobada por cada oficial que el superintendente García y el comisario Volkov no podían estar en el mismo lugar por más de cinco minutos. Por mucho tiempo fueron escasas las veces en que llegaban a coincidir en alguna idea sin alzar la voz o golpear la mesa, incluso con un tercero presente era imposible hacer que sus personalidades dejaran de chocar con tanto ímpetu, no obstante, todos se encontraban sorprendidos por el reciente cambio de actitud de ambos hombres.

Ya no escuchaban fuertes gritos a traves de la radio, los cuales hacían tensas las horas de servicio, ni regaños innecesarios que eran más que nada una manera de desviar su enojo hacía otra parte. Todos estaban felices por ello, incluso sujetos del otro bando que habían sido afectados por el malhumor de alguno de los dos, agradeciendo en silencio la mejora de una relación que estaba afectando a casi toda la ciudad.

—De rodillas — Le ordenó el de rango mayor tras sentarse en el sofá de su despacho con superioridad, sonriendo con amplitud al abrir anchamente sus piernas como una invitación a la que el ruso no tenía derecho a negarse.

El peligris obedeció a regañadientes, plantándose sobre sus rotulas y entre aquellos firmes muslos que parecían resaltar por el pantalón de vestir con lentitud. Por la notable diferencia de alturas no fue hasta que se acomodó sobre sus piernas que su mentón se alzó ligeramente para verle. Llevaba una camisa blanca junto con unas pistoleras de cuero, en las cuales no había ningún arma, y una corbata negra que estaba al borde de perder el nudo, cayendo sobre su torso como nada.

—Se va a arrepentir de esto — repetía con tono amenazante cada vez que resultaba perdedor del acuerdo al que habían llegado, porque si ahora eran capaces de coexistir en el mismo espacio no era precisamente por dialogar.

Una tarde se vieron obligados a encontrar la forma de mejorar el ambiente laboral debido a órdenes de rangos más altos, pero después de largas horas encerrados en el despacho no habían conseguido dirigirse más de dos palabras decentes, por lo que, hartos de su compañía e impulsados por el descaro de Gustabo, acabaron enrollados más de una vez por sus términos poco profundizados.

Una mala cara implicaba media hora de obediencia, un grito o más les quitaba casi tres y un desacuerdo mal concluido les robaba todo el día.

—Veremos — respondió con neutralidad, acomodando su brazo izquierdo a lo largo del respaldo y el otro sobre el reposabrazos con toda tranquilidad, como si no fuera consciente de que tenía a su comisario a la espera de una nueva orden. Relamió sus labios con sutileza al notar la impaciencia en el rítmico movimiento de sus hombros y en su mirada fija en él, buscando intimidarle sin saber que sólo conseguía provocarle agradables escalofríos. Tamborileo la punta de sus dedos más de una vez sobre la suave tela canela para luego llevar uno de sus pies contra el miembro duro de su reacio acompañante, presionando con la suela de su zapato perfectamente pulido hasta robarle un gruñido seco— Joder, eres todo un masoquista, Volkoff — comentó con burla—. Dime, ¿te gusta que te tenga de rodillas frente a mi? — continuó, ejerciendo más presión que Volkov freno con una de sus manos, rodeando fuertemente su pierna con sus dedos mientras le miraba de la manera más asfixiante posible.

—Deje de jugar o mando a la mierda nuestro trato y me lo follo aquí mismo, ¿escucho? — amenazó con molestia, apartando su pierna de su erección con desdén para luego poner ambas manos sobre sus muslos. Trago saliva duramente al sentir la presion de sus dígitos— Ahora dígame, ¿qué coño quiere que haga?

Mentiría si dijera que Volkov no había conseguido trastocarlo con el conjunto mortal de su tono hostil y mirada penetrante siguiendo cada desliz, pero darle la satisfacción de saberlo sería perder mucho antes de empezar a jugar. No era justo, él fue quien le retó frente a toda la malla hace tan sólo unos minutos, no tenía permitido renegar ni mostrar esa actitud demandante justo ahora. Aclaró su garganta, movió su cuello de un lado a otro para aliviar la tensión y logró reponerse antes de decir.