16. Veterinaria

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[Yunando/Volkabo/Jackacio soft]

Hace varias semanas había iniciado una construcción en un lote vacío que estaba justo en su camino a casa, por lo que ambos pudieron ver como aquel lugar abandonado comenzaba a renacer de entre los escombros.

Realmente esperaba que fuera un bar nuevo para estrenar con los chicos del taller, y se mantenía positivo pese a que Armando se encargaba de recordarle que lo más probable es que fuera un simple badulaque.

De hecho, hubiera preferido mil veces que fuera eso antes que lo que decía aquel cartel en forma de hueso sobre la pintoresca entrada.

—¿Una vetelinalia? — Se cuestionó, haciendo una mueca que demostraba su disgusto.

Debió haberlo sospechado cuando escucho ruidos de animales salir del lugar o cuando vio a un par de hombres descargar un montón de cosas extrañas de un camión. Casi podía escuchar las risas de sus compañeros al contarles su desgracia.

—No creí que la gente de esta ciudad tuviera tiempo para tener mascotas — comentó su pareja antes de soltarle la mano para acercarse a la vidriera que permitía ver a los perritos que descansaban del otro lado.

Le vio doblar ligeramente las rodillas, golpeando con su índice el vidrio para atraer la atención de los cachorros. Él, por otro lado, mantenía su distancia.

—Tal ve' lo' clían pala despué' comelselo' — comentó despreocupado, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón a la par que Armando retomaba su postura con el ceño ligeramente fruncido y los ojos entrecerrados.

—Eh... no, no lo creo — respondió, guardándose las preguntas que deseó hacer por su propio bien, y Yun estuvo a punto de sugerir seguir con su camino, pero el tintineo de la pequeña campana sobre la puerta atrajo la atención de ambos. Una chica acababa de salir y gracias a ella, Armando pudo ver el interior del local, aunque no el tiempo suficiente para saciar su curiosidad—. Ven, Yunnie, vamos a entrar — dijo y, sin darle oportunidad a negarse, redujo la distancia entre ambos para tomar su mano y arrastrarlo hasta la entrada.

—¡Espela que yo no quielo entlal! — reprochó, aunque para cuando su grito consiguió salir del fondo de su garganta, ya estaba dentro y rodeado por el bullicio que los animales provocaban.

¿Todas las veterinarias tenían a los animales sueltos? Sus manos viajaron con rapidez a la espalda de Armando cuando un perro grande invadió su espacio.

—Parece que le agradas — mencionó el pelonegro con una sonrisa. Iba a darle un tiro cuando salieran.

—Quiele comelme — Siguió avanzando con Armando enfrente suya, casi pisándole los talones cada que daba un paso, y sin darse cuenta termino mucho más lejos de la entrada de lo que le habría gustado.

El perro le había seguido por un rato y luego había perdido el interés, por lo que aprovechó para inspeccionar el lugar. Era pequeño, al menos la parte en la que se les permitía entrar. El piso era laminado de madera, a su derecha estaba el área de los felinos con algunos juguetes, al otro lado los perros tras una pequeña reja, y al fondo, tras el mostrador, los roedores y algunos peces. Ahora que miraba mejor, parecía que aquel perro era el único que paseaba a sus anchas por todo el lugar. Tal vez era del dueño.

—¿Quieres ver a los gatos? — Negó con rapidez ante la pregunta— ¿Perros? — Volvió a negar y el mayor suspiro— Vamos, debe haber algún animal que no te de miedo, melón.

—No le' tengo miedo — refunfuño, haciéndole rodar los ojos antes de llegar hasta el mostrador y cruzar palabras con el hombre tras él.

Le costó escuchar la conversación que mantenían pese a que no existía distancia entre ambos, pero al sentirlo inclinarse hacía atrás, un escalofrío le recorrió la columna a modo de advertencia.

|| ꜱᴡᴇᴇᴛ, ʙᴜʀɴɪɴɢ ᴀɴᴅ ʙɪᴛᴛᴇʀ || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora