61. A ti

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[Grincob angst]

Sus párpados caídos le pesaban más con cada lento parpadeo, exigiéndole cerrarlos para poder descansar, y sus muñecas dolían tanto que algunos quejidos se escapaban de su garganta rota. Debía verse lamentable, con la misma ropa desde que sus movimientos fueron limitados por las cadenas y cubierto de heridas que ardían de una forma que, con el tiempo, se había vuelto cada vez más soportable.

Ahora sólo podía escuchar las respiraciones que escapaban de su boca con un volumen tan alto que por momentos lograba anular los sonidos provenientes del exterior. Le gustaba que eso pasará, al menos así no tenía que ser torturado más de la cuenta por las ruidosas risas de los niños del vecindario rumbo a algún parque.

Nadie podía verlo, pero él los veía. A veces era capaz de vencer al dolor y alzar un poco el mentón para admirar por la pequeña ventana a su derecha los pies veloces de los que pasaban por ahí. Gracias a ellos llego a encontrar entre sus recuerdos destazados la voz de su hermana pequeña pidiéndole que salieran a jugar antes de que su madre les llamara para comer.

Cambio rápidamente el rumbo de su mirar al percibir un nuevo rayo de luz proveniente de la única entrada al sótano. Apretó los dientes como todas las veces anteriores en un afán por evitar los temblores que buscaban atacarle con cada crujir de la vieja madera y retuvo las ganas de tirar de las gruesas cadenas que le mantenían siempre de pie pese a que las ansias le gritaban que lo hiciera.

De pronto un fuerte y rítmico chiflido le provocó incontables escalofríos, erizando cada milímetro roto de su piel y acelerando sus latidos. Aquello era la confirmación de que no estaba teniendo una alucinación por la falta de descanso o el hambre de días, que las repetitivas preguntas sobre su objetivo iban a resonar contra las paredes una y otra vez hasta sellarse en su cabeza con cada respuesta.

Su garganta se seco de principio a fin al toparse con las brillantes botas de cuero que su secuestrador siempre se aseguraba de llevar al visitarlo y trato de concentrarse en cualquier otro detalle, como su vestimenta militar o las medallas en su pecho, pero le fue inevitable verle el rostro durante un instante. Las marcas de quemaduras y cicatrices imborrables cubrían gran parte de su cara, sus ojos llenos de un tipo de repulsión que no comprendía y la mueca en sus labios resultaron conjunto suficiente para hacerle desear la muerte.

—¿Por culpa de quien estas aquí?

Siempre la misma pregunta, siempre la misma respuesta. Si mostraba un mísero ápice de duda en su voz o si tardaba demasiado en contestar, sus dañados huesos tendrían que soportar su error. 

—Jack Conway.

Aquel nombre era como veneno ardiente gorgoreando en el interior de su boca, exigiendo ser escupido, no sin antes dejar tras de sí daños permanentes. Trago saliva sutilmente al notar como el contrario comenzaba a moverse de un lado a otro con parsimonia, meciendo las relucientes cadenas que colgaban de su cuello mientras las venas de sus brazos poco a poco se hacían más visibles debido al abrir y cerrar de sus dedos.

—¿A quién debes asesinar?

Paso la punta de su lengua por encima de sus labios, demorándose tan sólo un par de segundos en el acto que termino por costarle el aire que le mantenía con vida, atado a la tortura programada de un viejo demonio que juraba había subido a la tierra sólo para hacer de su vida un verdadero infierno.

Sus pies se separaron del suelo en un parpadeo, su espalda fue azotada contra la pared detrás suya y las cadenas le impidieron apartar el agarre sobre su garganta que frenaba el flujo del aire. Quejidos pausados e involuntarios comenzaron a llenar los rincones vacíos del sótano oscuro y las imágenes a su alrededor perdían claridad conforme aquellos ásperos dedos se enganchaban a su carne.

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⏰ Última actualización: May 01, 2022 ⏰

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