58. ¿Quién manda?

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[Yunway nsfw]

Yun se encuentra en la sala de interrogatorios cuando le ve atravesar la puerta con esa aura intimidante que hace a su cuerpo rogar por quietud y obediencia. Hace caso omiso a su voz de advertencia y mueve sus muñecas con ímpetu para librarse de las esposas. Sabe que intenta en vano, que de escaparse y correr él va a alcanzarle, pero su clásica terquedad no le abandona ni en los momentos necesarios.

Conway empieza a preguntar y a asumir que sabe algo sobre la aparición de drogas y armas largas en el centro, y culpa a alguien más entre gemidos de dolor gracias a los golpes y descargas que ha recibido hace unos minutos por parte del comisario frente a él. En sus ojos puede ver que no cree ni una sola palabra de lo que dice y aunque tiene sus razones le resulta un fastidio ese tono falsamente sorprendido. Le daría un golpe en la cara con su linterna de tener las manos libres y culpa a la fiereza con la que le mantiene la mirada de su futura decisión.

—Como veo que no quieres cantar, habrá que salir de comisaria — Toma su brazo para forzarle a levantarse, encajando sus dedos con tanta intensidad que suelta varios quejidos mientras camina entre trompicones a la salida.

Le encantaría pedirle que le suelte, pero se encuentra tan agotado que permite que le arrastre a la que podría ser su muerte. Le sube a la parte trasera del patrulla y cierra los ojos al escuchar discutir a los hombres en la parte delantera. No le interesa saber de que hablan ni sabe en que momento Volkov ha decidido seguirles, pero le agradece al perro fiel su presencia al estar bien informado de que él podía ser la única voz de la razón que Conway estaba dispuesto a escuchar, y mientras avanzan por las calles oscuras de la ciudad se pregunta que estarán haciendo sus compañeros.

Esperaba que nada para intentar liberarlo e incluso ruega para que no se hayan enterado de donde se encuentra. Prefiere que crean que la está pasando de puta madre con alguna desconocida y que Armando mantenga esa cara de enfurruñado todo el día mientras le llama cada media hora para averiguar al menos si se encuentra bien.

—Llegamos — anuncia el castaño, saliendo del patrulla y dando un portazo al igual que Volkov antes de abrirle la puerta del copiloto.

Se prepara para ser jalado de nuevo con una respiración profunda y se deja guiar hasta una pared grisácea que le resulta bastante conocida y que hace añicos las esperanzas de hasta la personas más creyentes. Sus posibles finales se ven reducidos a dos: uno en el que le meten a perpetua y otro donde termina pintando el suelo de carmín. Sinceramente prefiere el segundo.

Sus ojos permanecen fijos en las manchas de la pared, siente sus latidos retumbar en sus oídos y las manos le sudan al igual que la espalda, y aún dependiendo de las decisión de un hombre poco estable, no cree que haría algo diferente. Bueno, tal vez no dejarse atrapar sí que lo evitaría, pero todo lo demás lo dejaría exactamente igual.

—Date la vuelta — Le ordena y lo hace, mirando al suelo mientras escucha la fuerza de cada una de sus pisadas y bastan un par para que sus zapatos brillantes interfieran entre sus ojos y el suelo—. Mírame a la puta cara — Alza lentamente el mentón y le tiene tan cerca que inclina su cabeza hacía atrás con una mueca—. Acuérdate de mi cara — Traga saliva ruidosamente al notarle acercarse de nuevo y tan sólo puede retroceder un poco sobre sus pies debido a que su espalda choca contra la pared—. Mírame bien.

—Lo veo, lo veo...— murmura en respuesta, sintiendo un inesperado escalofrío recorrerle la columna al ser rozado por su respiración caliente.

Sus ojos se desvían a cualquier parte de su rostro que no sean sus ojos y sus manos se levantan hasta su propio pecho para evitar que se acerque más.

|| ꜱᴡᴇᴇᴛ, ʙᴜʀɴɪɴɢ ᴀɴᴅ ʙɪᴛᴛᴇʀ || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora