46. Mariposas muertas

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[Yunando angst]

Las incontables espinas de los tallos que crecían en su interior parecían aumentar su profundidad con cada respirar y las mariposas se retorcían en el fondo de su estómago cada que se recordaba la poca probabilidad de poder algún día profesar en voz alta su sentir.

Amaba a un hombre y lo hacía en contra de sus prejuicios. Le agradaba la idea de sentir el picor de su barba en medio de un beso con el que había soñado más veces de las podía admitir en voz alta, le atraía de sobremanera la imagen de él desnudándose para hacer el amor en la íntima soledad de su habitación, y no había cosa que deseara más que poder decir que aquel hombre era su pareja, pero aquello no era ni mínimamente posible.

La tos le atacó abruptamente entre pensamientos, creando un flujo de gotas carmín desde su boca hasta los azulejos blancos del piso de la cocina, y llevo una de sus manos hasta su boca para intentar contener las flores que amenazaban con salir.

Llevaba varios meses soportando, maldiciendo y odiando el insoportable dolor de una enfermedad que sería su pronta desgracia y ya no podía más.

—Me cago en la puta...— murmuró con voz quebrada, apretando con fuerza la flor azul que yacía intacta en su palma antes de dejar caer los pétalos sobre el brillante charco escarlata.

Acababa de perder el apetito luego de ver el desastre en el suelo así que apago la mecha encendida y dio media vuelta sobre sus cómodas pantuflas para regresar a su encierro voluntario. Abrió la puerta de su habitación y con pereza se dejó caer sobre el ancho de su cama una vez estuvo al borde, hinchando su pecho en una profunda respiración antes de soltar un ruidoso quejido.

Si tan sólo tuviera el valor de hablar o hacer algo, cualquier cosa, tal vez no estaría sufriendo las torturas de un amor no correspondido, porque pese a que Armando le quería tanto o más de lo que él creía, nunca sería el tipo de amor que necesitaba para curarse.

¿Qué caso tenía decirlo entonces?

Simplemente esperaría el día de su cirugía para terminar de raíz con sus problemáticos sentimientos. Estaba programado para dentro de dos días, aunque dudaba poder sobrevivir tanto tiempo, y aún no estaba ni cerca de estar preparado para algo así.

El viejo cirujano se encargó de advertirle antes de que firmará los papeles que, de optar por seguir pese a los riesgos, la taza de éxito era de un noventa y cinco por ciento. Con cada flor extraída cuidadosamente de su pecho se iría borrando todo rastro de amor hacía Armando, con cada moribunda mariposa sacada de su estómago se borrarían los recuerdos que le hicieron quererlo, y no quedaría más que la amistad que un día tuvieron.

"Al salir del quirófano, nunca podrás volver a amarlo, ¿lo entiendes, Yun?" Le había preguntado el hombre luego de verle firmar, como si supiera algo que él no, y no pudo responder.

Querer a Armando era una sensación agradable antes de enfermar, era ser víctima de los escalofríos al sentir el mínimo de los roces, ser recorrido por una adictiva ola de electricidad al verle sonreír, y ser abrazado por la calidez al ser el principal objetivo de su protección, y aún así estaba más que dispuesto a dejar de amarle por amor.

—Lo entiendo.

|| ꜱᴡᴇᴇᴛ, ʙᴜʀɴɪɴɢ ᴀɴᴅ ʙɪᴛᴛᴇʀ || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora