Capítulo 53.

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– Cariño.– susurró Nate en mi oído despertándome dejando un rastro de besos, su brazo rodeaba mi cintura y su pecho estaba pegado a mi espalda desnuda.

Abrí los ojos lentamente y pasando mi mano hacia atrás acaricie su mejilla y cabello. Unos segundos más tarde comencé a girar sobre mi espalda para quedar frente a él.

– Buenos días.– susurré antes de plantar un beso en sus labios.

– Buenos días.– repitió con una sonrisa.– ¿Cómo te sientes?

– Muy bien. Ahora me pregunto porque no hicimos esto antes.

– Eso es lo que yo digo.– dijo riendo.– Hablando en serio, creo que ha sido el momento correcto.

– Si, lo fue.– sonreí.

– Te amo, Tyler.

– Te amo, Nate.

Nos contemplabamos en silencio, de esos silencios necesarios, de los que dicen más que mil palabras, silencios con los que entregas una parte de ti, y sin duda yo le estaba entregando poco a poco cada parte de mi a Nate. Sus ojos eran tan increibles, no por su forma, ni su color, aunque eran preciosos. Pero era algo más allá de todo; nunca nadie me había mirado con la intensidad que Nate lo hacía en este momento.

– No pienses que quiero que te vayas pero son más de las 10 y los chicos podrían comenzar a despertarse.

– Había olvidado que existían los relojes, o más personas en este casa.– dije en broma y Nate sonrió de costado. Aunque no era tan mentira, había olvidado todo lo que fuera más allá de Nate y estas cuatro paredes.

– ¿Sabes lo que pienso, Ty? Llevamos hablando unos 10 minutos y aún no me has dado ni un sólo beso.

– Te dí uno, Nate.

– Ese no cuenta, fue muy cortito. Dame uno bien.

Reí antes de rodear su cuello para besarlo bien. Amo besar a Nate, amo estar con Nate, amo conversar con Nate.

Nos separamos y Nate besó mi cuello haciendome cosquillas antes de pasar sobre mi para salirse de la cama y ponerse sus bóxers.

– ¿Quieres que te preste una camiseta para irte a tu cuarto?

– Si, por favor. Que suerte que mi cuarto esté justo aquí al lado.

Me senté en la cama y bajé los pies, Nate me arrojó una camiseta y sonrió cuando intenté ponérmela sin destapar mi cuerpo.

– Ya te vi desnuda.

– Ya, pero eso fue ayer.

– Sip, pero quedó todo guardado justo aquí.– dijo señalando su cabeza. Nate me miraba tan sensual, que realmente podía ver los recuerdos e imágenes que tenía en su cabeza ahora mismo.

Cuando estuve vestida con la camiseta de Nate hice a un lado las mantas y una pequeña marca de sangre había manchado la sábana.

– ¡Mierda!– susurre cubriéndola de inmediato.

– ¿Qué pasa?– preguntó Nate que había estado rebuscando entre su ropa para vestirse y se volteó hacia mi.

– Nada.

– Vamos, Ty. Lo que sea que pasa puedes decirme ¿Sientes dolor?

– No, no es eso.

Consciente de que no podría ocultarselo y que no había forma en el mundo de que lo limpiara sin que se diera cuenta, hice la manta a un lado y mi cara hacia el otro evitando que vea la vergüenza en mi rostro.

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