Fraternizados

Capítulo 22.

Viernes 29 de septiembre del 2017.

Ya estaba despierta cuando tocaron a mi puerta, pedí que pasaran y Oliver entró cargando una bandeja con mucha comida.

– Hola, Tyler. ¿Qué tal estás?

– Mucho mejor que ayer, gracias.

– Me alegro mucho. Te traje el desayuno.

– Oh, gracias. Me siento fatal, llevo dos días sin levantarme a prepararlo.

– No hay problema, lo sabes. Además todos pusieron un poco de esfuerzo hoy, has logrado que esta casa se una de alguna manera.

– Me alegra mucho.

– Yo... hay algo que quiero hablar contigo.

– ¿Qué cosa?

– Es sobre Vera. Ella está actuando extraño, como si ya no me quisiera.

– ¿Por qué piensas eso?

– No quiere verme, dice que está horrenda donde está engordando y cree que la voy a dejar o engañar.

– Yo creo que ella está teniendo cambios hormonales, es normal con el embarazo, se pondrá más sensible y tú tendrás que acompañarla.

– ¿Pero cómo puedo acompañarla si no me lo permite?

– Pues ve a verla, llévale algo que le guste y no le hables, sólo puedes abrazarla y hacerle saber cuanto la quieres, tal vez solo está insegura, haz que se sienta hermosa.

– Gracias, Ty. Lo intentaré.

Dejó la bandeja en mi mesita de noche retirando el vaso vacio que Nate había traído anoche, depósito un beso en mi frente y caminó hacia la puerta.

– Que te mejores.

Oli era genial, no había duda que sería un gran padre.

Me acomodé en la cama para comer todas las cosas que los chicos habían preparado para mi, ellos comenzaron a irse a clases y a medida que salían de sus habitaciones algunos pasaban a darme loa buenos días y desearme que me sienta mejor.

Al rededor del medio día ya tenía hambre y estaba aburrida de la cama, quizás quedaba un poco de sopa de la que Nate preparó ayer, no tenía ganas de cocinar.

Justo en el momento en que comenzaba a levantarme sentí que la puerta de entrada se abrió, me puse de pie rápidamente mientras alguien se acercaban subiendo la escalera. Estaba sacando unas calzas de yoga para cambiarme cuando vi a Nate de pie en el marco de mi puerta.

– ¿Qué haces levantada?– me preguntó alzando una ceja.

– ¿Qué haces en casa tan temprano?

Nate rió y eso me hizo saber que estaba de buen humor. Aunque me pareció algo extraño de su parte, se veía tan bien cuando sonreía que no entendía porque está siempre serio.

– Vine a ver como estabas.

– ¿En serio?– quisera no haber sonado tan desesperada, pero su respuesta me hizo sonreír.

– Si, veo que estás mejor.

– Si, tengo hambre, iba a bajar a preparar algo.

– Yo voy a hacerlo, vuelve a la cama.

– Pero es aburrido.– me quejé como bebé, fue estúpido, aunque él volvió a reír.

– Puedes ayudarme entonces, pero abrigate.