Capítulo 20.

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Martes 26 de Septiembre del 2017.

– ¿Por qué mierda nadie se ha levantado aún?– grité desde la escalera. Me sorprendía a mi misma la cantidad de palabrotas que decía desde que pasaba tiempo con Callum... o tantos chicos en general.

– Qué sucede?– preguntó Nate saliendo de su habitación sólo en bóxer, con el cabello despeinado, fregando su ojo.

– Sucede que he preparado el desayuno pero nadie parece querer ir a clases hoy.

– Será porque no hay clases hoy.

– ¿Qué? ¿por qué? ¿y como es que yo no lo sabía?

– Que no hay clases, porque se realiza un congreso donde asisten todos los profesores y si tu no te enteras de las cosas no es mi problema ni el de los chicos. Déjanos dormir.

– Alguien se despertó gruñón.– bufé.

– Lo dice la que ha subido a regañar a sus compañeros.

– Como sea. Supongo que desayunaré sola.

– Yo sólo me levanté porque Callum me obligó a tomar mucha agua anoche y necesito ir al baño, pero puedo hacerte compañía.

– Si quieres. Y si alguien más baja ya está todo preparado.

– Bien, gracias.

– No hay de que.

Bajé las escaleras y aprovechando que estaba sola decidí preparar café con leche y en cuanto recordé que Nate también bajaría serví otra taza, dejando un poco más por si otro de los chicos se les ocurría bajar pronto, aunque lo dudo.

Estaba en mi lugar habitual cuando Nate entró en la cocina, pero no reparé en su presencia hasta que al pasar por detrás de mi silla rodeó mi cuerpo con sus brazos.

– ¿A qué viene esto?– pregunté mirando sobre mi hombro en el cuál había apoyado su barbilla.

– No lo sé, sólo creo que nunca agradezco lo que haces por mi... bueno por todos. El punto es que deberíamos hacerlo.

– Con decir gracias es suficiente y de todas formas no es nada, me gusta hacerlo.

– ¿Sigues enojada conmigo?

– No estoy enojada contigo, Nate. No tendría porque estarlo, puedes hacer lo que quieras, no es mi asunto.

– No, pero te conozco y esto no es lo que quieres.– dijo alejándose de mi y caminando hasta su asiento.

– ¿Qué se supone que es lo que quiero?– lo miré fijamente.

– Una relación formal. Y ya la tienes y de todas formas yo no puedo dártela. Así que aunque tenga ganas de volver a besarte ahora mismo, ya no lo haré.

– ¿No?

– A no ser que tu quieras que te bese. ¿Es lo que quieres?

– No debería.– respondí.

– No te pregunté eso. No me importa lo que debes hacer, me importa lo que quieres.

– Pues así es como me enseñaron. A hacer siempre lo correcto.

– Pero aquí, es distinto. Conmigo no tienes que hacer lo correcto.

– Para de confundirme, por favor.– pedí cubriendo mi cara.

– Tyler, ven.– susurró.

No habíamos tenido tiempo real de charlar en 10 días. Claro que si compartíamos momentos como en el desayuno, almuerzo, la cena o jugando videojuegos, pero siempre estaban los chicos y otros amigos de estos. Este era el primer momento que teníamos para hablar de lo que sea que estaba pasando entre nosotros y que los chicos no debían saber.

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