Capítulo 2.

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2 | Lejos en espacio y tiempo.

2 | Lejos en espacio y tiempo

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ALAN THOMPSON

¿Cómo se suponía que debía reaccionar ante esa declaración? Por un momento llegué a creer que solo era una jugarreta de mi cruel mente para ilusionar a mi pobre corazón. Pero, todo era real, Dylan se quedaría y yo no quería apartarme de su lado. ¿Me asustaba? Por supuesto.

Alan: ¿Dónde le acomodo la cama?

Nina: En tu habitación.

Alan: Pero mi cama es muy pequeña.

Nina: Mi mamá compró una colchoneta para ella cuando viniera a visitarme, así que puedes llevarla a tu pieza y acomodarle allá.

Alan: ¿Por qué no en tu habitación?

Nina: ¡¡¡Por Dios, Alan!!!

Alan: ¿Qué pasa?

Nina: Necesito mi espacio y ustedes son hombres.

Alan: ¿Y eso qué?

Nina: Me estás arruinando la cena, chao.

No contestó más mis mensajes. Entonces, eso era lo que tenía que hacer: acomodar las cobijas para Dylan, nada más. ¿Por qué me daba tanto miedo eso? ¿Acaso era mi miedo a no poder controlarme y decirle la verdad? Mierda, ¿por qué seguía tan aferrado a él?

«No puedo amarlo».

Él pasó mucho tiempo en el hospital por una bala que atravesó su cráneo, pero que no pudo matarle, lo dejó en coma, yo tuve mucho tiempo para pensar en él y lo nuestro. No esperaba encontrármelo tan pronto. Pensaba que, si nos encontraríamos, habría sido cuando él ya supiera la verdad y el tiempo hubiera curado las heridas.

«Cálmate, Alan, solo será una noche y después ya podrás concentrarte otra vez».

—No quiero incomodar —dijo Dylan de repente. Me di la vuelta para observarlo, estaba apoyado en la encimera de la cocina y parecía un poco sonrojado. Todo lindo ese hombre.

—¿De qué hablas? —comenté—. Sígueme, vamos a acomodarnos.

Me levanté y le ayudé a llevar las cosas hasta mi habitación. ¿Qué llevaba en la maleta? ¿piedras? Casi se me quiebran los bracitos. Pobre de mí.

«No seas chillona, puta»

Dylan me ayudó a sacar la colchoneta del cuarto de Nina y la llevamos hasta el mío.

—¿Qué tal todo en el pueblo? —le pregunté para deshacer el silencio que se formó a nuestro alrededor. No quería que él se sintiera incómodo. Sin embargo, resultaba raro tratarlo como un conocido más, cuando había tanta historia entre ambos.

—Pues todo sigue igual. Las cosas raras siguen pasando —contestó y se tiró en la colchoneta. Recordé la primera vez que le di tutorías en mi casa. No habíamos planeado ese encuentro, él llegó de sorpresa y después andaba muy nervioso por incomodar. Tan tonto. Sonreí.

DAYLIGHT Ⓓ (#2) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora