Capítulo 12.

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En el trabajo otra vez

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En el trabajo otra vez.

(***)

ALAN THOMPSON

Ver a Dylan escapando todas las noches, causó en mí una gran ansiedad. Era difícil fingir que no sabía nada. Tenía miedo de que saliera y ya no volviera. Tenía miedo de perderlo todo otra vez.

Ahí, hecho el dormido, sintiendo cuando él se levantaba, cuando sus labios se posaban en mi frente, cuando lo sentía removerse por la habitación buscando ropa que ponerse, escucharlo atravesar las puertas, supe qué era tener el Jesús en la boca. Rogaba porque volviera temprano. Y me hacía el dormido cuando escuchaba la puerta principal abrirse. Se acostaba a mi lado, abrazándome y, entonces, sólo entonces, respiraba tranquilo.

«Aquí estas por fin —quería decirle— espero que vuelvas siempre.»

¿Qué si tuve ganas de seguirlo? Claro que quería hacerlo. Me comía las uñas debatiéndome si seguirlo o no. Quería saber qué me ocultaba. ¿Acaso era tan grave como para no contármelo? ¿No confiaba en mí? ¿por qué salir cuando yo estaba dormido?

Y eso no fue todo: tenía algo en su maleta. Lo había pillado varias veces observándola ensimismado, perdido, buscando recuerdos en su memoria atrofiada. Le pregunté que hacía y su respuesta fue un "nada" cada vez.

Yo nunca quise seguirlo y tampoco quería revisar su maleta. Era su espacio personal. Eran sus cosas. No me sentiría bien si hacía esas cosas. Él debía contarme cuando él quisiera, si es que decidía contármelo, aunque yo estaba seguro de que lo haría. Así que intenté no comerme tanto la cabeza en eso. Comencé a escribir más, estudiar más, aprender más y aprovechar cualquier momento que él tuviera para demostrarle cuanto lo quería.

Cada día se veía con unas ojeras increíbles. Estudiaba como no había visto hacer a alguien en toda mi vida. Él quería ser uno de los mejores y, así, de alguna manera recompensar el esfuerzo de sus padres. Me dolía verlo tan destrozado, yo intentaba hacerlo sentir bien y él ponía la mejor cara cuando estaba conmigo.

El trabajo también me llevaba agotado. Si mi abue se hubiera enterado le hubiera dado un patatús. Ella no quería que yo trabajara aun, ella quería que yo me concentrara en estudiar y sacar la carrera. Pero yo no podía estar tranquilo, sabiendo que ella estaba gastando su dinero en mí. Yo quería ayudar de alguna manera.

Camila era el único problema en el trabajo, se llevaba distrayéndome y hacía que nos llamaran la atención a cada rato.

—Te juro que fue lo más lindo que me pudo pasar —me contó ella, mirando como yo acomodaba los tarros de detergente—. Él fue muy educado y me trató como una reina.

—¿Qué hicieron? —pregunté casi sin interés en la conversación.

—Fuimos a un restaurante lindísimo. —Ella tenía unos ojos soñadores. Tal vez fue porque era su primera cita con alguien que la traía comiendo de la mano—. Era tan caballeroso.

DAYLIGHT Ⓓ (#2) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora