Capítulo 23.

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ALAN THOMPSON

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ALAN THOMPSON.

(***)

Charla al amanecer.

Soñé que íbamos en el carro. Podía escuchar las voces de mis padres y, no obstante, no distinguía ninguna de sus palabras. Todo se sentía lejano, menos el miedo que se apoderaba de mí. ¿De qué hablaban? ¿Por qué parecían tan asustados? ¿Por qué sentía que nadie debía vernos? Recordé que nos apresurábamos porque mamá tenía que llegar a un hospital. ¿Pero por qué no se veía enferma?

El aíre se puso pesado, la noche más oscura y mi piel se erizó. Estábamos en peligro. Yo estaba en peligro. Sentí el frio de una mano posar todo su peso en mi hombro. Mi respiración agitada, mi corazón acelerado y todo lo que me rodeaba desaparecía lentamente. ¿Por qué no podía gritar y ni siquiera moverme? Sentí al miedo mientras buscaba refugio en lo más profundo de mis huesos.

Y, entonces, llegó la luz otro auto que nos chocó. Me desperté entre jadeos.

—¿Estás bien? —preguntó Dylan. Yo estaba cubierto de sudor—. Estás sudando.

—¿Qué hora es? —Estaba apoyado en su pecho y él jugaba con los mechones de mi cabello. Me limpié las lagañas. Inhalé y exhalé para calmarme. Dylan estaba con sus brazos alrededor de mi cintura. Se estiró para tomar su móvil—. ¿Ya toca ir a alistarse?

—Son casi las seis —respondió y me apartó el cabello del rostro. ¿Cuánto tiempo llevaba despierto? No quería ser el causante de despertarlo—. ¿Estás bien? Pegaste un salto. ¿Soñaste algo malo?

—Solo una pesadilla, nada más. —Me volví a acurrucar en su hombro. Tenía frío. Qué tranquilo era estar al lado de ese chico. Poco a poco mi corazón comenzó a apaciguarse—. Lamento haberte despertado.

—No te preocupes, me había despertado un poco antes. —¿O nunca durmió? Me levanté un poco, solo lo suficiente como para ver las facciones de su rostro. Estaba con unas ojeras que no le quedaban bien. Tenía una expresión de cansancio—. Me gusta verte dormir tranquilo.

—¿Tuviste alguna pesadilla y por eso te despertaste? —¿Cuántas pesadillas no tendrá? Si nunca se podrá superar del todo aquel momento en nuestras vidas. Él ya me había manifestado que los recuerdos lo invadían de a poco. A veces eran como ecos de flashbacks. A veces eran dolorosos. La mayoría del tiempo eran recuerdos conmigo. Recuerdos lindos. Mas yo sabía muy bien que los recuerdos de la madrugada de ese octubre lo tenía pensando todo el tiempo. ¿A quién no? —. ¿Dormiste un poco?

—Sí dormí. Un poco tiempo estuve despierto, nada más. —No sabía si creerle, pero me dejé contagiar por su sonrisa—. Es irónico que ahora el rey cuide del que debería ser su esclavo.

—No soy tu esclavo.

—Cómo me gustaría que lo fueras. —Me apretó el trasero y me hizo subirme a su torso—. Así no te negarías a nada.

DAYLIGHT Ⓓ (#2) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora