Capítulo 30.

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DYLAN JONES

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DYLAN JONES.

Shhhh.

Desde que me salí de la universidad, todo ha sido muy confuso. Es como un bucle en el que no sé cuál es el siguiente paso. Pero estuve en una constante búsqueda de qué era lo que yo quería porque, mientras estaba en la facultad y miraba esas materias me sentía vacío. Era como un robot que seguía porque se lo obliga o, de lo contrario, sería tirado a la basura. Las materias eran interesantes, sin embargo, no me apasionaban ni un poco.

Dejé de comer y perdí un par de kilos pues siempre estuve en el intento de igualarme con mis compañeros. Muchos de ellos fueron muy buenos conmigo, pues me ayudaron a entender algunos términos, e hice buena amistad con algunos como Lucía, Marcos o José, pero con ninguno de ellos fue una relación de amistad como la que construí con los chicos del equipo de fútbol.

Por mucho tiempo me sentí mal por estar haciendo algo que me gustaba. Sentía que si contaba que me escapaba en las noches, ellos (mamá, papá, Nina, Alan... ) pensarían que perdía el tiempo cuando bien podría haber estado estudiando. Conocí a Pato que era un grandioso jugador, con él y unos cuantos muchachos salíamos a jugar en las madrugadas. Pato me ayudó a acomodarme a la vida en la ciudad, me mostró los mejores lugares y las calles por las que no debía pasar si no quería terminar con un par de cuchilladas en el estomago.

Lo bueno de volver a hacer ejercicio, fue recuperar el cuerpo que tenía antes del disparo. Pero, de todas formas, siempre me veía mamadísimo. Una ricura andante.

Fue Pato quien me mostró el mejor lugar para hacer un picnic con Alan. Pato lo preparó mientras yo fui a recoger a Alan. Era un pequeño parque en el que mirábamos a un lago. La verdad, es que el encuentro fue de improvisto, porque ese día quería contarle una cosa muy importante a Alan.

—¿Te gusta? —le pregunté—. Te traje un Sándwich porque es lo único que me sale bien.

—¿Y unas cajitas de jugo? —Sorbió una por el pitillo.

—¿No crees que es muy auténtico? —Le pasé uno de mis brazos por el hombro y lo acerqué más a mi cuerpo. Él se apoyó en mí.

—Es lo más cliché.

—Pero te gusta. —Le toqué la nariz.

—No, me parece la cosa más horrorosa que alguien haya hecho por mí.

—Eres el peor, Alan. No sé cómo fue que un rey de mi clase haya terminado con semejante bárbaro. Seguro eres un brujo y me hiciste algo. Deberían meterte al calabozo. —Me sentía de muy buen humor ese día. Con un poco de esfuerzo había conseguido algo que quería y eso me ponía al cien de alegría. Tomé mi caja y me la alcé—. ¿Qué me hiciste?

—Unas súper mamadas.

Me atraganté con el juguito.

—¿Y después que eres tímido? —Sólo le dio risa. Luego, me besó. Alan sabía hacerlo muy bien, me gustaba la forma en la que mi corazón late por él. Daría la vida por mi novio y es extraño que yo (siendo el chico más increíble de este mundo) sintiera que, cuando Alan no estaba, no tenía nada.

DAYLIGHT Ⓓ (#2) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora