Capítulo 8.

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8 | Palabras bajo la luna.

8 | Palabras bajo la luna

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ALAN THOMPSON

Esa noche tuve una pesadilla. En ella, yo me encontraba dormido, pero de alguna forma sentía la presencia de alguien más al pie de mi cama. Cuando abría los ojos, era el enmascarado, ese chico con un arma en la mano y, entonces, Dylan abría la puerta y el enmascarado le disparaba.

Me desperté con un sobresalto. Podía sentir como mi corazón no era capaz de tranquilizarse. Estiré mis dedos y toqué su piel, sentí los latidos de su corazón y su respiración profunda mientras dormía. Dylan estaba ahí. Lo abracé con fuerza, como si fuera la última vez que lo tendría a mi lado.

No podía dejar de pensar en el daño que había causado. Yo había puesto en peligro su vida. Había amado tanto que no vi a donde iba a terminar mi historia. Porque no fue él, fue la historia que me tocó vivir. Fue el destino que me tocó sufrir. Fue que tuve que pagar por los errores de alguien más.

Sin poder soportarlo, mirándolo tan tranquilo sin saber de nuestra historia, me puse a llorar, mientras recordaba las veces que nos besamos, las veces que nos abrazamos, las veces que dejamos todo para amarnos, las veces que nos superamos para hacernos felices, las veces que nos sonreímos, las veces en las que había un gran amor. Las veces antes de que le dispararan.

Me levanté y salí de la habitación. Salí del apartamento y subí los escalones hasta la terraza. Ahí me puse a llorar con ganas, a gritos, con desesperación, con ganas de morir. Sentía frio en el alma. ¿Por qué tenía que ser tan complicado lo que sentía? ¿Por qué me estaba sintiendo alguien inservible para Dylan? ¿Por qué me desmerecía tanto? Yo valía toda la felicidad, yo quería ser feliz, yo no era malo, yo era suficiente para amarme, yo me merecía volver a tener amor en mi vida... pero no podía dejar de pensar en lo que Dylan tuvo que vivir.

No podía ser tan egoísta para amarlo. ¿Por qué me sentía así? Tenía miedo de que la historia se volviera a repetir y de ya no volver a verlo. Tenía todo en mis manos: podía amarlo y disfrutar y arriesgarme a que se entere de la verdad; o podía alejarme para que mis demonios no se apoderaran de su corazón.

¿Demonios? No, yo no tenía demonios. Yo tenía un pasado malo del que tenía que alejarme, pero no podía. ¿Por qué?

Cuando las lágrimas decidieron alejarse, yo me senté con las piernas pegadas en el pecho. Sentí la noche azotar contra mis mejillas con su frio infernal. Un astro de luz en el cielo: un cómplice en mis noches de sincero llanto. ¿Por qué se sentía tan nostálgico que un día pude tener la luz de la luna en mis manos y, cuando que podía tenerla otra vez, me sentía tan incapaz de tocarla?

Impotencia la que mi alma cargaba al acumular miedos cuando quería ser feliz.

Sentí unos pasos que se acercaban, tomé aíre para que no se notara que había llorado. El chico se sentó a mi lado y también se puso a ver hacia el cielo.

DAYLIGHT Ⓓ (#2) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora