Sentía los ojos de Dian sobre mí, del mismo modo que sentía su enojo llenar toda la habitación. Y era irritante que usará la maldita instancia que habían generado el par de metiches para hacer lo que ellos querían que hiciera: explotar.
Ser el lado receptivo de esa explosión era la parte sin ventaja. Especialmente cuando la bomba se paseaba alrededor de ti como si fuera un maldito depredador al acecho.
Lo malo es que los ángeles teníamos cierta empatía extra, la cual había elegido este justo momento para estar regresando a mí, por lo que su furia me estaba haciendo enojar.
Pero tenía que ser civilizada, había pasado siglos y siglos viendo lo que le hacía a la humanidad no serlo, por lo que me mantuve tranquila en el sillón de la sala de estar, en silencio.
Por más o menos veinte minutos.
Era un ángel reencarnado en una simple mortal, estaba lejos de ser una santa.
-No importa cuánto gruñas o cuan molesto me mires, nada va a cambiar lo que hice, Dian-Informé, cómo si él no lo hubiera pensado ya un millón de veces antes de que las palabras salieran de mi boca.
Un gruñido fue su única respuesta.
-¡Por el amor de Dios! ¡¿Qué quieres que haga?! ¡¿Que me disculpe?! ¡No es como el que si lo hiciera fuera a conseguir que no estés furioso!
Otro gruñido.
Su enojo aumentaba y con él el mío.
-¡Maldita sea!-Exploté-, ¡sólo habla!
-¡¿Qué quieres que diga?! ¡¿"Está todo bien"?! ¡¿"No te preocupes"?! ¡Nada está bien!
-¿Puedes sólo tratar de entenderme un segundo?
-¡No puedo! ¿Cómo carajo se supone que entienda que la chica obstinada que me hizo enamorarme de ella me dejó un día sin decirme nada?
-¡Ya les expliqué!-Me quejé mientras me levantaba del sillón.
Dian me miraba desde toda su altura un par de metros lejos de mí.
-Te fuiste-Acusó, finalmente dejando de gritar.
-¿Qué querías que hiciera? Era la única opción.
-No, no era la única, simplemente fue la que elegiste, y lo hiciste tú sola, sin preguntar ni considerar al resto.
-No me ibas a dejar hacerlo-Señalé.
-¡Por supuesto que no te iba a dejar hacerlo!
-¡Y ese era el problema!-Declaré-me conozco, y a ti también, sabía que ibas a terminar por convencerme, así que lo único que me quedaba era hacerlo a escondidas.
-¿Y se supone que tengo que disculparme por no querer permitir que la mujer que amo se convierta en humana, de paso olvidándose de mí? ¿Para qué? ¿Para qué la maten?
-Conoces a Adriel-Le recordé.
-No, conocíamos a Adriel-Corrigió.
-Dian...
-El Adriel que conocíamos nunca hubiera puesto en peligro tu vida, Siara.
Mi cuerpo se tensó y me costó hablar por el nudo que se había formado en mi garganta. Odiaba llorar, sólo ahora recordaba cuanto odiaba hacerlo.
-Lo sé-Murmuré por fin. Y eso era lo que más dolía.
Por un pequeño momento esperé que Dian lanzara el siguiente ataque pero en su lugar se quedó callado. Y su silencio era peor que sus palabras, especialmente mientras veía el dolor atormentarlo.
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La Sombra del Ángel
FantasySiara está acostumbrada a los fantasmas, ha sido capaz de verlos desde antes de poder recordar...aún así, ¿qué son esas sombras que la acechan? y ¿qué ocurre con Dian, su ángel de la muerte particular?