Dian
No debería sorprenderme, sabía que las cosas me explotarían tarde o temprano en la cara, por lo que el par de hermosas semanas que había pasado con Siara fingiendo que nada estaba mal en el universo habían sido el mejor paraíso en el que pudiera encontrarme, pero, por supuesto, la realidad tenía que arrastrarme de regreso con sus afiladas garras arrastrándome por los tobillos.
Así que estar sentado frente a Adriel por primera vez en veinte años tratando desesperadamente de no arrancarle la irritante sonrisa de su rostro junto con su cabeza no debería alterarme tanto como me tenía.
Y como el puto infierno que no lo quería cerca de Siara. Ni hoy, ni mañana, ni nunca. La última vez que había estado alrededor ella me había dejado, no había forma de que estuviera dispuesto a pasar por eso otra vez.
Por eso mismo no me calme tanto como lo haría normalmente cuando sentí su mano tomar la mía bajo la mesa.
-Veo que algunas cosas nunca cambian-Suspiró Adriel, con un gesto que odiaba que se pareciera al de la mujer que amaba-: sólo basta que Siara esté incómoda para que aparezcas.
Apreté mis dientes. Esto no era sólo "estar incómoda", conocía demasiado bien a Siara como para saber que lo más probable es que estuviera entumecida por dentro, y porque mi mayor prioridad era que ella estuviera feliz, tranquila y segura iba a ser lo que menor quería en este preciso momento: civilizado. Aunque tuviera que serlo frente al gran bastardo egoísta que nos había enredado a todos en este gran problema.
-¿Qué quieres?-Pregunté.
Y era en momentos como estos en donde el autocontrol emocional que había practicado todos los años antes de que ojos dulces entrara a mi vida no me parecían un total desperdicio.
-Hablar.
Arqueé una de mis cejas. Eso era difícil de creer, pero Siara debía estar mejor de lo que había sospechado porque habló con más calma de la que yo podía reunir.
-¿Qué quieres decir?-Cuestionó.
-Vamos, hermanita-Dijo, como si fuera inocente-, no soy un monstruo.
-Términos como esos siempre han sido subjetivos-Indicó Siara-. Sólo di qué demonios quieres para devolver esas almas perdidas a su lugar. Antes de que hagan algo que todos lamentaremos.
-Sabes lo que quiero.
Tenía que estar bromeando.
-Es imposible-Recordé-. Lo sabes. Siempre lo has hecho.
-Nada es imposible-Contradijo-. Sigue siendo un alma.
-No lo es-Negó Siara con firmeza, haciendo que la expresión en el rostro del que alguna vez fue un buen hermano se oscureciera-, es la sombra de lo que queda de una, no puedes revertir eso. Se rindió, Adriel, era un ser humano llenó de posibilidades que decidió rendirse con la vida y con si misma, no puedes retroceder el tiempo y evitar que tome sus decisiones.
-No salgas con lo del libre albedrio, los tres sabemos que eso ha sido roto en el pasado.
-Y mira lo que causó-Intervine-: muerte, guerras, hambruna, pestes. No intervenimos con las almas humanas, no importa si las amamos o no, hacerlo sólo provoca desastres.
Él me miró, sus ojos inhumanamente verdes me miraban con un fuego que temía no pudiéramos apagar. Él y su hermana se parecían en un aspecto: nunca eran inteligentes cuando se trataba del amor.
-¿Dirías lo mismo si se tratara de Siara?
-No compares-Señaló ella con un filo peligroso en la voz que no había escuchado en mucho tiempo-. Te seguimos el juego, Adriel, te cubrimos cuando ibas a verla y te enamorabas de ella, entraste a su vida intentando salvarla, el problema que nunca quisiste ver es que ella no deseaba salvarse a sí misma.
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La Sombra del Ángel
FantasySiara está acostumbrada a los fantasmas, ha sido capaz de verlos desde antes de poder recordar...aún así, ¿qué son esas sombras que la acechan? y ¿qué ocurre con Dian, su ángel de la muerte particular?