Mi rutina era, de alguna manera, considerablemente monótona. Los días de escuela Dian me despertaría todas las veces que fueran necesarias hasta finalmente conseguir que me levantara de la cama, luego me ducharía, elegiría mi ropa y bajaría para tomar un rápido desayuno con mis padres antes de que Mason llegara por mí en su auto para después ir por Anya; después de la escuela (que era donde estaría hasta que la práctica de lacrosse de Mason terminara) iríamos tal vez a comer algo y de ahí me dejarían en mi casa donde pasaría el tiempo hasta que mis padres llegaran para la cena. Los fines de semana podían variar entre estar en casa todo el día o un par de horas fuera junto con Anya y Mason.
Por supuesto Dian y los fantasmas de turno también formaban gran parte de mi día a día, pero incluso eso llegaba a ser (¡increíblemente!) monótono: ellos aparecían, hablaban conmigo un rato (esas conversaciones sí que podían variar, en serio) y luego (a veces cuando empezaba a ponerse interesante) llegaba Dian para mandarles al cielo, el otro lado o donde sea que los enviara.
En pocas palabras, mi vida era, inesperadamente, más aburrida de lo que se esperaría. Y uno de esos momentos aburridos era este: cuando Anya intentaba que me interesara por un chico.
Ya había perdido la cuenta de las veces que le había repetido a mi mejor amiga que realmente no quería un novio (no iba a admitir en voz alta la razón de ello, pero eso era otro tema), pero ella simplemente no parecía escucharme. Nunca.
Contuve un suspiro y me apoyé contra el respaldo de mi silla. Era mi mejor amiga, esa era la única razón por la que seguía soportándola cuando le daban sus ataques de celestina.
En este momento me hablaba de un chico del club de ajedrez (ya se había cansado de hablarme de deportistas, ¡que a ella le gustaran ese tipo de chicos no significaba que a mí también!), y aunque el chico sonaba agradable incluso, simplemente no podía, hecho que, una vez más, le recordé.
-Oh, vamos, Siara-Dijo-, ya me estoy empezando a preocupar. Que no te enamores de un chico, bien, vaya y pase, ¿pero que no haya uno que ni siquiera te guste aunque sea un poco? ¡Por favor!
Negué levemente con la cabeza al mismo tiempo que me cruzaba de brazos.
En momentos como estos realmente extrañaba sus peleas con Mason, pero él estaba en entrenamiento y definitivamente no estaba viendo nuevamente su práctica junto a Anya, que era la razón de que estuviéramos sentadas en la cafetería frente a la escuela esperando a que él terminara. Lo que me dejaba con Anya y lo que ella denominaba "preocupaciones de mejor amiga".
-Estás exagerando-Señalé.
-Lo dudo.
Rodé los ojos. Hoy mi mejor amiga parecía particularmente insistente con el tema.
Los ojos oscuros de Anya que normalmente me transmitía paz y confianza ahora sólo conseguían que me pusiera nerviosa, especialmente porque me estaba mirando con una sospecha que no me dedicaba desde hace tiempo. Estuve a punto de tragar saliva.
-He querido preguntarte algo desde hace un tiempo-Empezó ella con lentitud-: Siara, ¿ya te gusta alguien y no me lo has dicho?
Parpadeé una vez y me concentré en no mostrar ni un signo de culpabilidad. Era mi mejor amiga y aunque odiaba ocultarle cosas ya lo había dicho: no hablaría en voz alta sobre "ese tema" en particular... o en general o cualquier tipo de versión intermedia, ya que estábamos.
-¿De qué estás hablando?-Pregunté finalmente.
-Lo que escuchaste.
Bufé y agradecí que no fuera de la manera nerviosa en la que me sentía.
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La Sombra del Ángel
FantasySiara está acostumbrada a los fantasmas, ha sido capaz de verlos desde antes de poder recordar...aún así, ¿qué son esas sombras que la acechan? y ¿qué ocurre con Dian, su ángel de la muerte particular?