Abrí lentamente mis ojos cuando me hice a la idea de que la presencia que se encontraba a los pies de mi cama no se iba a marchar a ningún lado.
Contuve un suspiro, ¿dónde se supone que se metía Dian cuando se le necesitaba? Aparecían aquí por él, en primer lugar.
Parpadeé repetidamente mientras trataba de acostumbrarme a la oscuridad de mi cuarto, y sólo cuando lo conseguí enfoqué mi mirada en la persona que se encontraba a los pies de mi cama.
Esta vez el alma en cuestión era:
a) Una adolescente con desarrollo tardío.
b) Una niña con desarrollo prematuro.
Cualquiera de las dos opciones me daba ganas de suspirar con aún más fuerzas.
Odiaba los fantasmas de personas de menos de veinticinco años. Realmente lo hacía. Demasiado jóvenes... lo que me llevaba a rogar que (¡por favor!) este no fuera uno de esos horribles casos en los que me tocaba la penosa tarea de explicar que ellos no estaban, técnicamente, vivos.
¡¿Dónde diablos estaba Dian?!
Tomé una respiración profunda y pegué con tanta fuerza como podía una sonrisa tranquila a mis labios antes de observarla más detenidamente.
No estaba segura del color de sus ojos, pero tenía un largo y liso cabello negro que contrastaba su piel pálida. El camisón definitivamente era para dormir.
-Hola, cielo-Saludé en el tono de voz suficientemente alto para que ella me escuchara pero mis padres no.
Lo último que necesitaba era que volvieran a creer que hablaba sola. Al parecer eso sólo era normal y aceptable hasta los ocho años como máximo.
Dian pudo habérmelo hecho notar a esa edad y no a los once, como lo hizo. El muy idiota definitivamente se había divertido.
La chica parpadeó, y aunque había tenido sus ojos en mí durante todo este tiempo parecía que sólo entonces me miró.
-¿Puedes verme?-Preguntó en un murmullo.
Contuve un gemido. Era una niña, una adolescente no tendría, nunca en la vida, un murmullo tal dulcemente triste como ese.
-Lo hago, cielo-Confirmé-, ¿puedo preguntarte cómo te llamas?
-Ellis. Me llamo Ellis.
-Ellis-Repetí mientras terminaba de sentarme en la cama-, ¿cómo llegaste hasta aquí?
Ella frunció su ceño mientras sus ojos recorrían mi habitación a oscuras por un par de segundos antes de volver a fijar sus ojos en mí.
-Sólo seguí la luz-Explicó finalmente.
Contuve otro suspiro. La luz. La estúpida y bendita luz. Al parecer todos podían verla menos yo, ¡y básicamente vivía con el dueño de la dichosa luz!
Concéntrate, Ross, concéntrate.
-Uhm, lamento decirte esto, pero el dueño de la luz no se encuentra en este preciso momento.
Ellis ladeó ligeramente su cabeza.
-¿Dueño?-Preguntó.
Oh, Dios.
Crucé mis piernas y tragué saliva. Realmente, realmente, odiaba hacer esta pregunta.
-¿Ellis, cariño, tú sabes que estás...?
-¿Muerta?-Me interrumpió-Sí.
-De acuerdo-Dije, una cosa menos, ahora a la siguiente-. Cielo, esa luz que viste pertenece a un ángel de la muerte. Deja un... rastro (o algo así) en mi cuarto porque pasa mucho tiempo por aquí.
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La Sombra del Ángel
FantasySiara está acostumbrada a los fantasmas, ha sido capaz de verlos desde antes de poder recordar...aún así, ¿qué son esas sombras que la acechan? y ¿qué ocurre con Dian, su ángel de la muerte particular?