¿Quién podía entender a los hombres? Yo definitivamente no.
Ángel o humano, todos eran igual de incomprensibles.
Se suponía que debería ser yo la que estuviera evitando la mirada de Dian luego de su pequeño acto de "este juguete es mío y tiene mi nombre", pero por alguna razón en este momento parecía ser él la damisela virginal a la que habían profanado.
Lo que me llevaba de nuevo a que: ¡los hombres son incomprensibles!
Y si querían otro ejemplo, también estaba Mason, pero eso sería para otro momento. Ahora mismo estaba demasiado ocupada imitando a los mafiosos italianos, sentada en el sillón de la sala de estar, de piernas cruzadas y acariciando a Sabas que estaba recostado en mi regazo mientras mis ojos escudriñaban a Dian, quien hacía todo lo posible para fingir no notar mi mal estado de ánimo.
Era bueno haciéndolo, después de todo tenía años de práctica.
Lo que me obligaba, una vez más, a ser la que le sacaba las cosas con tirabuzones.
Demonios, a estas alturas esto resultaba agotador, pero si no lo hacía sólo estaría dejando que se saliera con la suya...más de lo que ya lo hacía.
-¿En serio vas a fingir que no ha ocurrido nada?-Pregunté de mal humor.
-¿Ha ocurrido algo?-Preguntó él de regreso.
Y aún estaba revisando esa estúpida revista, lo que al parecer le daba la excusa perfecta para no mirarme.
¡Habían pasado dos días, maldición! ¡Y yo era la que debería estar molesta! ¡No él!
-¡Dian!-Reclamé.
Él pasó la hoja, lo que finalmente me sacó de quicio, pero al menos me pude asegurar de dejar con cuidado a Sabas en el sillón antes de caminar hacia el idiota sentado en el sofá y arrebatarle la revista de las manos.
-¿Puedes mirarme? Maldita sea.
-No maldigas-Murmuró.
Pero aún no me miró.
¿En serio era tan complicado?
Gruñí.
-Yo soy la que tiene que tener cuidado sobre qué ropa usa para no tener a Anya sobre mí para preguntarme qué rayos hace una marca en mi clavícula-Le recordé.
Silencio. Estúpido y penetrante silencio. ¿Podía asesinar a un ángel de la muerte? En este preciso momento tenía muchas ganas de averiguarlo.
Tomé una respiración profunda, rogando por paciencia, antes de sentarme a su lado en el sofá, mirándolo. ¿Por qué diantres lucía como un niño pequeño enfurruñado?, de verdad, ¿tenía que ser tan difícil?
-Dian-Llamé.
Nop. Nada.
-Dian-Traté de nuevo.
Cero. Niente. ("Nada" en italiano)
-Dian-La tercera es la vencida.
¿Por qué tenía que ser tan idiota?
Suspiré y luego simplemente me senté a ahorcajadas sobre sus piernas y usé mis manos en sus mejillas para obligarlo a mirarme.
Y creo que podía escuchar a Sabas ladrar, no podía estar segura, estaba demasiado ocupada tratando de entender porque los ojos normalmente claros del chico frente (¿o es abajo?) a mí lucían tan...oscuros.
De repente me sentía como si fuera el ratón que tenía que salir corriendo.
-¿Qué haces?-Preguntó con lentitud.
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La Sombra del Ángel
FantasySiara está acostumbrada a los fantasmas, ha sido capaz de verlos desde antes de poder recordar...aún así, ¿qué son esas sombras que la acechan? y ¿qué ocurre con Dian, su ángel de la muerte particular?