Había vivido terremotos antes, no en este cuerpo, pero si a lo largo de la historia, por lo que podía identificar uno, y este no lo era...al menos no uno natural.
Era largo, fuerte y parecía no poder ser peor hasta que lo fue.
Un hedor desagradable inundó mi nariz y tardé un par de segundos en darme cuenta de que era azufre seguido de un sonido como si la tierra se estuviera abriendo en dos.
Y lo estaba haciendo. La maldita cosa lo hacía de verdad. Lo que empezó como una pequeña grieta a un par de metros de donde me encontraba se fue agrandando más y más, con humo y hedor saliendo de ella como si fuera una maldita caricatura.
No podía estar segura, pero tenía ese presentimiento en la boca de mi estómago que rara vez se equivocaba que estaba gritándome que eso no era simplemente una puerta hacia el infierno.
Me removí con urgencia y continuaba haciéndolo cuando la brecha finalmente terminó de abrirse y un viento empezó a arrastrar todo hacia ella como si fuera una maldita aspiradora.
Y nos arrastró, o mejor dicho arrastró a Avril quien me arrastró a mí.
No podía estar completamente segura gracias al sonido del viento en mis oídos, pero creía escuchar a Dian gritar desde donde aún estaba siendo retenido mientras me tiraban hacia la abertura.
Enterré mis dedos en la tierra, tratando de luchar contra la fuerza que me arrastraba, pero sólo fue una lucha inútil, más rápido de lo que podía sospechar mis pies ya estaban sobre el vacío y luego el resto de mi cuerpo hasta que sólo quedaron mis manos tratando de resistir.
Tampoco duraron mucho. Por fin estaba lista para soltar el grito que había estado queriendo salir durante todo este tiempo cuando mis dedos finalmente cedieron y ya no había nada que me detuviera de caer al infierno que habían preparado...cerré los ojos, como si eso pudiera cambiar algo, cuando sentí una mano envolverse con fuerza alrededor de mi muñeca.
Levanté la mirada y no podía negar que me sorprendió ver que se trataba de Adriel, quien con una mano me sostenía a mí y con la otra estaba sosteniendo al fantasma de Avril.
Tragué saliva. Adriel era fuerte, pero no lo suficiente como para poder soportarnos a las dos. Dejé escapar un quejido, no estaba segura de si era por el dolor de su agarre en mi muñeca o por el miedo que empezaba a subir por mi garganta, pero de todas formas estaba demasiado mareada como para poder descubrirlo.
¿El cansancio? Eso no era nada comparado con los estragos que estaban causando los vahos que estaban saliendo de la brecha, no estaban destinados a que los respiraran humanos y eso estaba quedando malditamente claro ahora.
Creía seguir escuchando la voz de Dian, pero no era capaz de descifrar qué era lo que estaba diciendo, pero pude darme cuenta de que aumentaron de tono mientras el agarre en mi muñeca empezó a aflojarse.
Este era Adriel, alguien que un día no hubiera dudado de que hubiera dado su vida por mí, pero ahora...ahora no estaba segura de qué iba a hacer.
Y era horrorosamente extraño como muchos decían que en los últimos momentos era cuando más fuerte luchabas, pero en mi caso era como si cada gramo de energía que podía haber estado conservando durante toda mi vida simplemente desapareciera.
En este punto sólo cerré los ojos y esperé lo inevitable y algunos segundos después ocurrió. Un grito que reconocí como el de mi hermano logró pasar a través de cualquier bruma que pudiera haber alrededor de mi cabeza antes de que el dolor intenso de mi brazo siendo tirado con fuerza me recorriera el cuerpo.
Una bocanada de aire se escapó de mis pulmones mientras pasaba del aire caliente en el que había estado envuelta al frío aire de la noche y otro quejido se escapó de mi boca cuando me estrellé contra algo duro y cálido.
Oh, mi santo Dios.
Intenté sacar mi rostro del pecho de Adriel, pero me estaba abrazando tan fuerte que no me permitió hacerlo, y supuse que lo estaba haciendo apropósito, en especial cuando sentí su cuerpo empezar a temblar.
Estaba llorando.
Y luego de un segundo ya éramos dos.
***
El sonido de las máquinas conectadas a mí estaba haciendo eco en mi cabeza mientras mis padres hablaban con el médico y enfermeros en la habitación.
No tenía idea de qué demonios habían hecho Dian y los demás con la cabeza de mis padres, pero al parecer ellos estaban más que convencidos de que había estado envuelta en algún tipo de raro accidente que aun no terminaba de entender. Por suerte parecían creer que tenía una contusión y que era normal que ni siquiera supiera que día era hoy.
Estaría llorando en cualquier otro momento, pero creo que mis lágrimas se habían agotado hasta nuevo aviso.
Y mis ojos ardían. Como si un par de estúpidas cerillas encendidas hubieran intercambiado su lugar con ellos.
-Mamá-Llamé, consiguiendo que tuviera a mis dos padres sobre mí en el segundo siguiente-. Estoy cansada.
Intenté sonreír ante las palabras de preocupación que salieron de sus bocas hasta que finalmente tuve que ver a mi médico con una mirada suplicante y algo desesperada.
-Muy bien-Interrumpió luego de aclararse la garganta, consiguiendo que mis padres le volvieran a prestar atención-. Creo que Siara necesita descansar, deberíamos seguir hablando afuera.
Papá asintió dubitativamente mientras mi mamá me daba un pequeño beso en la cima de mi cabeza.
-Estaremos afuera por cualquier cosa, ¿sí, cariño?
Asentí un poco con mi cabeza y les sonreí una última vez antes de verlos salir por la puerta junto con todos los demás.
Y luego silencio, minutos llenos de silencio y soledad.
-Dian-Suspiré.
Pasó un segundo antes de que él apareciera dentro de la habitación y otro más antes de que estuviera acostado junto a mí con sus brazos aferrándose a mí como si nuestras vidas dependieran de ello.
Cerré los ojos y durante lo que pareció una eternidad me limité a disfrutar de como se sentía poder estar enterrada entre sus brazos. Bien pudiera haber pasado horas antes de que finalmente abriera la boca.
-¿Dónde está?
Pasó un largo minuto de silencio antes de responder.
-Nadie lo sabe. Lo han estado buscando, pero aún no hay rastro, tampoco creo que lo encontremos.
Asentí en silencio. Si estos veinte años no habían bastado para convencerlos de que si no quería ser encontrado no lo sería entonces no sé qué podría hacerlo.
Suspiré.
-¿Qué crees que haga ahora?-Pregunté.
-No lo sé-Admitió Dian-. El que te haya elegido a ti sobre ese fantasma...no puedo decir que eso signifiqué que es el mismo Adriel que conocíamos, pero...supongo que sólo el tiempo nos lo dirá.
Guardé silencio.
Dian tenía razón, puede que él ahora fuera sólo una sombra del ángel que había sido alguna vez, pero eso aun dejaba la puerta abierta para muchas posibilidades...y supongo que una parte de mí aun se negaba a creer que se había perdido toda esperanza con él.
-Hey-Llamó Dian, notando mi complicado estado de ánimo-, quédate tranquila, ¿sí?, las cosas han salido mejor de lo que podríamos haber esperado.
-Supongo que en eso tienes razón-Admití con un pequeño bostezo. Creo que los analgésicos que me habían dado estaban empezando a hacer efecto.
Y obviamente también se dio cuenta de eso.
Dian besó mi frente.
-Descansa un poco, ¿bien?-Pidió-. Han sido unos días largos.
Acepté, incluso si no hubiera querido hacerlo dudaba que él o mi cuerpo fueran a dejar que me librara de eso, así que sólo me acomodé un poco más antes de cerrar mis ojos...y por primera vez en días pude estar tranquila mientras la oscuridad de la inconsciencia me invadiera.
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La Sombra del Ángel
FantasySiara está acostumbrada a los fantasmas, ha sido capaz de verlos desde antes de poder recordar...aún así, ¿qué son esas sombras que la acechan? y ¿qué ocurre con Dian, su ángel de la muerte particular?