Capítulo 11

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Al amanecer, William se levantó cuidando de no despertar a Sara. Tomó sus cosas como cada mañana, y antes de salir, la arropó para que no enfermara.

—Nos vemos en la noche... —Susurró.

—Ten un buen día...

William salió con una ligera risa al oír la respuesta de Sara y luego cerró la puerta suavemente detrás de él.

Un par de horas más tarde, Sara salió en dirección a la cruz roja para ver a Katica. Le llamó la atención ver que la gente que se reusaba a ayudarla había cambiado su actitud con ella. Mientras caminaba, escuchaba los murmullos de las enfermeras cuando decían "Esa es la mujer del Lobo", o "habiendo tanta mujer ¿por qué fijarse en una sucia campesina?".

Se topó con el hombre que desconfió de ella cuando dijo que era la mujer del Lobo, pero este solo bajó la cabeza y siguió su camino.

En cuanto vio a Katica, se sintió aliviada al ver que estaba despierta y activa como siempre.

Ese día solo le permitieron estar un par de horas con su hija, ya que las normas del lugar así lo decían.

***

— ¿Se puede saber en dónde te metiste toda la tarde? —Preguntó el Perro.

—Es asunto mío...

—Bueno, pues ahora también es asunto mío, ya que abandonaste tu puesto.

—No es abandono si dije que saldría. Además, esto no es una guardería. Ellos saben lo que deben hacer.

—Lord Edgard quiere verte ahora mismo —Lo detuvo antes de que se moviera — ¿Por qué tiene tanto interés en ti?

—Aunque lo supiera no es asunto tuyo... —Se quitó la mano de encima.

—Te dije que tuvieras cuidado con él cuando lo conociste.

—No necesitas recordármelo. Ahora déjame, no hagas que el viejo espere.

A pesar de ser el más viejo, Lord Edgard era un hombre de mucho poder, y nadie se atrevía a retarlo. Todos obedecían, y bajaban la cabeza.

Los constantes llamados a William por parte de Lord Edgard, era un completo misterio, tanto para William, como para el resto de los hombres. Y eso lo traía con cuidado.

— ¿Quería verme señor? —preguntó al entrar.

— ¿Era ella?

—Sí, señor. —Respondió firmemente.

—Solo tenías autorización para verificar si era ella, no para quedarte.

—Era mi hija quien estaba en peligro...

—Eso no me importa... —Dijo poniéndose de pie —Me importa que mi ejército no sea destruido en su primer enfrentamiento. Ahora que posiblemente otras ciudades se levanten en nuestra contra...

— ¿Señor?

—En una semana quiero que reúnas a cinco de los mejores novatos para que exploren. —William tenía pensado hablar; pero Edgard lo evitó —Y tú irás con ellos.

—Señor...

—Estimo que será un viaje de casi dos meses.

—Entonces quiero que me permita pasar unos días con mi familia —Edgard guardó silencio y rió sarcásticamente —Lo ocurrido el día de ayer no se volverá a repetir. Pero quiero que me permita pasar unos días con ellas antes del viaje. Y también, quiero tener unos días cada tanto para verlas.

El colmillo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora