Capítulo 49

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Llegada la mañana, los rayos del sol cubrieron el frente y las zonas altas de Eruka, despertando a la joven y novata dirigente de la ciudad.

El silencio no hizo la diferencia entre despertar o seguir durmiendo. Pero la rutina de Katica era la misma, antes y después de quedarse completamente sola en su hogar.

—Buenos días, linda —dijo Tom al entrar y verla sentada comiendo su desayuno —¿Dormiste bien?

—Sí, dormí bien —respondió un poco desanimada.

—Katica —se arrodilló junto a ella —¿Segura de quieres hacer la reunión nuevamente hoy?

—No quiero que los demás lores pierdan su tiempo. Además, esté bien o no, ya todos saben que me haré cargo de Eruka.

Tom sujetó las manos de Katica y las beso con suavidad antes de levantarse para abrazarla.

El que la joven tenga tanta carga sobre sus hombros lo hace sentir impotente. Sabe que no hay mucho que pueda hacer para ayudarla. Solo apoyarla de la misma manera que lo hace con su hermano.

—Katica —la mencionada lo miró con brillo en sus ojos —, ven conmigo.

Sin nada más que decir, Tom llevó a Katica hasta las caballerizas, en donde un corpulento y viejo caballo sin jinete permanecía comiendo el heno que los cuidadores le dejaron.

—Hola Rolf —saludó Katica con una sonrisa triste mientras acariciaba la punta del morro del animal —. Perdón por no haber venido.

El caballo se acercó al borde del corral, al alcance de la joven que conoce perfectamente.

—¿Sabes? Eres la única que puede acercarse a él, y la única que puede montarlo.

—Papá era su único jinete —el caballo resopló —Rolf, papá no va a volver. Gracias por llevarlo para que se despidiera —ahogados sollozos hicieron que Tom comenzara a arrepentirse de llevarla a ese lugar —¿Por qué vinimos aquí?

—Para que vayamos a dar una vuelta.

—¿A dónde? —Tom levantó una silla y se la entregó.

—Hasta donde tú quieras.

En silencio, ambos jóvenes cabalgaron sin una ruta aparente. Katica dejó que Rolf la guiara todo el camino mientras Tom la seguía de cerca. Luego de casi una hora cabalgando, el caballo se detuvo.

—Este lugar... —dijo Katica mientras miraba su alrededor.

—¿Habías venido?

—Terry me trajo aquí cuando lo conocí —bajó de la silla —Aquí... me sentí libre por primera vez. Aquí... fue la última vez que vi a mi padre tan preocupado y enojado.

A pesar de lo hablado la noche anterior, Tom decidió repentinamente hacer lo que su hermano le preguntó.

—Katica —se paró detrás de ella —Yo... quiero hacerte una pregunta —se notaba lo nervioso que estaba. Tanto, que Katica no pudo evitar poner toda su atención en él —Colmillo, ¿qué te parecería si me mudo a ti casa y...?

—¿Hablas de que vivamos juntos?

—Sí, eso. Digo, no quiero que te sientas sola en tu casa y...

—¿Qué hay de Dan?

—Dan estará bien, no dejará de ser mi hermano. Además, fue él quién me ayudó a... atreverme. No quiero presionarte ni nada, y...

—Tom —el mencionado guardó silencio —. Me gustaría vivir contigo bajo el mismo techo.

El colmillo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora