Capítulo 4

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Las noches se habían vuelto pacíficas para William. Junto a Sara, ya no era perseguido por los muertos en sus sueños. Le costaba conciliar el sueño, y pasaba gran parte de la noche admirando la belleza de Sara mientras dormía, sintiendo su piel desnuda, suave y perfecta.

El silencio fue interrumpido por el sonar de un cuerno. William se levantó cuidando de no despertar a Sara y se dirigió a una ventana. Sabía exactamente lo que pasaba.

—William... —Volteó a ver a Sara.

—Debo ir.

—Lo sé... —Dijo ocultando su tristeza inútilmente. Se envolvió en la sabana y caminó junto a él —Solo... Promete que estarás bien, y que volverás con vida... —Sus ojos brillaron a la luz de la luna creciente.

William tomó su mano, y secó las lágrimas de sus mejillas.

—Volveré a tu lado.

—Te voy a esperar... —Dijo sosteniendo su rostro con suavidad —Y cuando vuelvas... te daré tanto amor que... que... —La interrumpió con un gran beso.

—Me lo dirás cuando vuelva... —Se separó de ella para vestirse —Debo partir ya.

—Llévate a Siry...

—No puedo aceptarla —Respondió negando con la cabeza.

—No puedes irte caminando, nunca llegarías, y te meterán en problemas —Dijo mirándolo mientras se terminaba de vestir —Llévatela. —Insistió.

—No es seguro que vuelva con ella.

—Llévatela. —Reiteró —Solo me importa que tú vuelvas... —William exhaló con fuerza.

—Está bien. —Se levantó —Te la traeré de vuelta, sana y salva.

Sara se despidió de William, quien se encontraba montado en su yegua, blanca como la nieve.

—Ten mucho cuidado...

—Lo tendré —Besó su mano y la fue soltando a medida que la yegua avanzaba.

—Adiós... —William no respondió e hizo correr a la yegua.

***

En la ciudad, los guerreros se preparaban para salir a una nueva guerra. Pero primero, debían de esperar a su superior para ponerlos al tanto de la situación.

Henry, ya impaciente y furioso, se unió a los demás sin dejar de buscar con la mirada a William.

—Tranquilo. Aparecerá —Le dijo su amigo —Sabe bien lo que le hacen a los desertores.

— ¡Atención...! —Dijo un hombre desde un balcón. El lord del Eruka — ¡Eridia se ha unido al ejército enemigo, Salamina! —Una ola de murmullos rompió el silencio del lugar — ¡Su misión será atacar a quienes antes fueron nuestros aliados! ¡No dejen a nadie vivo!

— ¡Sí, señor! —Respondieron.

— ¡Maten a todos los traidores!

— ¡Sí, señor!

— ¡Y al que se oponga a cumplir con esta orden, mátenlo también!

— ¡Sí, señor!

— ¡Su capitán para esta misión... será William Fenrirsson, el lobo!

Un silencio inundó el lugar, a la espera de que éste apareciera para responder ante el cargo.

— ¡Fenrirsson!

— ¡Señor! —Respondió Henry.

— ¡¿En dónde está tu hijo?! —Preguntó con voz grave e intimidante.

El colmillo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora