Las paredes retumban con la alta música, los parlantes dan la impresión de que en cualquier momento reventarán de la misma presión, mientras yo, soy un corrientazo de nervios a medida que se acerca la verdad.
Los pasillos por los cuales tránsito a pasos más lentos de los normales, son en tonos fríos, los he recorrido antes, sin embargo, el día de hoy todo es más austero de lo normal, la calidez que brinda el estar acompañada por personas que ya conozco se desvanece.
Siento que las piernas me fallan, que soy solo una más entre la muchedumbre, pero a la vez está el sentir que hay presión sobre mis hombros, una tan pesada que mis pies no soportan y las rodillas por consecuencia se van debilitando.
Para en seco antes de estrellarme contra la chica que aguarda delante de mí, iba tan ensimismada en todo lo que ocurre por dentro, que ni cuenta me había dado de que, ya estamos a la espera de la subasta y no es nada parecido a lo que alguna vez leí en historias, yo no soy la chica virgen, de cuerpo exuberante, sin cicatrices en el cuerpo, inocente o algo parecido, soy todo lo contrario.
Todas se quedan mirándome en el momento que como una maniática estúpida echo a reír apoyando las manos sobre mis propias rodillas, parte del cabello perfectamente ondulado cae sobre mi rostro, espero que el fijador de maquillaje haga su trabajo, que sea resistente al agua como dice, porque más de una gota de agua salada bajan a través de los pómulos que adornan este rostro cubierto de maquillaje.
—Shayna, ¿Estas bien? —no sé quién es que habla tan cerca de mí.
Solo busco un poquito de alegría en un día tan gris, hace tiempo se nubló el cielo, las nubes grises cubrieron el bonito y vivo color azul, desde entonces no para de llover, llueve una y otra vez sobre mojado, hace días no veo el sol.
—Tranquila, estoy bien —respondo.
Sorprendentemente no estoy hipando, si se nota a leguas que lloro a mares.
Acepto las servilletas de papel, es insuficiente, así que salvo de las filas, mirando a todos los lados.
Si hay vírgenes, envidio la actitud de seguridad que proyectan, yo debo estar así, caray.
Entro a la habitación del tocador, tomo una de las motas para secar bien los poros y echo un poco más de fijador sobre el rostro, retoco los labios.
—No soy un fracaso, soy un orgullo, no soy una cualquiera, soy una mujer valiente, no soy débil, soy fuerte, no soy una decepción, soy un ejemplo, yo puedo con esto y más —recito para el reflejo que devuelve el espejo.
Al mismo tiempo que levanto la máscara que debo llevar, negra, toques de rojo, el resto plateado.
Vuelvo a la fila, mi lugar se encuentra avanzando la suficiente, por ello, cada vez más llega mi momento.
Alguien pasa una botella de agua para mí.
—La necesitas —una preciosa chica, quizá más joven que yo, bonitos ojos negros, con grandes pestañas, se ve segura, determinada, es una de las vírgenes.
Suele pasar en mi cabeza el hacerle preguntas de porque está aquí, hago lo inverso, solo levanto la palma para tocarle el precioso rostro que lleva.
—Eres un ejemplo, gracias corazón.
Destapo la botella, bebiendo la mitad con ansiedad y avidez, así mismo sigo la fila, solo restan dos delante de mí, incluso cuento para ver qué tiempo toma, estúpido o no, es mi manera de distracción, así como tomar pequeños sorbos de agua, jugar con la tapa de la botella, hacer un poco de ruido que tal parece a nadie le molesta, nadie protesta.
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HOPE ©
General Fiction"Soñamos para tener esperanza. Dejar de soñar, bueno, eso es como decir que no se puede cambiar el destino" _ Amy Tan