Capítulo 28

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No sé qué hora es, solo tengo presente la calma que el cuerpo abrazado al mío proporciona. Siento que dormí lo que en años no había dormido tranquila.

Incluso me está costando abrir bien los ojos. Automáticamente sonrío porque hoy veré de nuevo a mi luz, es domingo, quiero estar radiante para ver a mi hija en el poco tiempo que tenemos disponible. Estuve haciendo cositas para ella, con mis propias manos, no pierdo la costumbre de hacerlas yo misma.

Estiro los músculos de mi cuerpo como puedo, tengo a Dante abrazándome por la cintura, estamos en posición fetal los dos, con mi cuerpo pegado al suyo.

Estamos arropados, abusamos con la temperatura del aire y nos Dios tanto frío que al final hicimos una bola de sábanas.

Con lo revuelta que estaba nuestra cama.

Nuestra.

No soy aprovechada, tampoco me gusta alardear de lo que no trabajé y gané, pero este es mi hogar, por alguna razón en cuanto cruce el umbral de la propiedad, la sentí mía y Dante, mi esposo —se me forma una estúpida sonrisa —, vive diciéndolo cada vez que puede. Es tu casa, son tus cosas, es tu dinero, lo repite seguido.

Espabilándome termino de también más o menos despertarlo a él con los movimientos.

Miro la hora en la pared.

Santísimo.

¿Cuánto hemos dormido?

Son las once menos quince de la mañana y yo aún como buena perezosa en la cama.

Las cortinas de la habitación impiden en parte el paso del sol, sin embargo, se refleja en ellas que está en su máxima potencia.

—Estaba muy bueno el sueño con tu cuerpo junto al mío, esposa —bosteza Dante.

Me tiene hecha solo suspiros, lo más lindo de todo es verlo despertar, admiro todo, no sé si tenga imperfecciones porque para mí es perfecto y me da uno de los más bellos amaneceres desde que estoy a su lado.

La leve hinchazón de los ojos por dormir, le otorgan una cualidad especial, sus ojos negros lucen más grandes de lo habitual.

Regreso la espalda al colchón antes de girarme a quedar frente a él. No hay palabras para describirlo, tengo un sentimiento enorme por Dante, es tan grande.

Con libertad puedo tocarlo, puedo abrazarlo, besarlo, puedo hacer todo con él. No me contengo al momento de abrazarme a él, inhalándonos a los dos, seguimos pegajosos y ningún tuvo la voluntad de irse a bañar a noche.

La noche de anoche fue sensacional.

Sé que hay un mundo y una batalla que me espera ahí afuera, solo que atesorar los momentos icónicos y únicos no le quita peso a lo que sé debo hacer y eso es tener a Hope de vuelta.

—Buen día, mi amor —musito en su oído.

El sonido ronco de su risa despierta otra vez ese mariposeo. Estrechándome con bastante fuerza contra su cuerpo, nos fundimos ambos en el cálido ambiente, así como el significativo momento, es nuestro primer despertar como esposos.

—¿Dormiste bien, amor? —inquiere.

—Mas que bien, como una bebé podría asegurar —respondo.

Nos alejamos para tenernos cara a cara, una mano de Dante abarca un solo extremo de mi rostro, disfruto de la sensación y las caricias.

—Te mereces todo lo bueno, esposa —afirma.

Besándole la mejilla atontada ante todo este encanto, medio me siento para estar más despierta.

—Los mejores momentos son contigo y mi hija —aseguro —. Gracias.

HOPE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora