Capítulo 38

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Shayna

Conmocionada es poco para este acontecimiento, vine aquí porque me encontraba con Diane al momento de todo el alboroto para presencial después un asesinato frente a mis ojos.

Y no sé ni cómo sentirme.

La escena fue tan fría, tan calculadora, es más, distinguí como no le tembló siquiera el pulso en jalar varias veces del gatillo.

Y ahora mientras nos alejan, no hay más monitores con ruidos, no hay más máquinas, solo de fondo el dolor de una madre, desgarrador, imparable, uno que nunca pasará, dicho lamento se intensifica cuando una sábana blanca cubre el cuerpo de una persona que no le hizo bien a nadie, de una persona que solo vivió para dañar.

En medio de todo esto, no puedo sentir más que pena por su alma, porque no tengo ningún otro sentimiento, solo estoy impactada, algo normal, frente a mis ojos mataron a alguien, es solo eso.

Pienso en todo el daño que hicieron y al final de cuentas entre ellos se pisaron las mangueras, también se destruyeron, entre hienas una con otra se comieron hasta que solo quedó esto.

Las leyes de aquí son tan estrictas que dudo mucho sobre que Tracy vea la luz del sol fuera de una prisión por muchos, muchos años y si es que tienen piedad de ella.

La justicia actuará tal cual ellos actuaron en la vida, quién sabe si mataron personas y no tuvieron piedad, a cuántos dejaron sin nada y no lo pensaron, inocentes refundido en la cárcel, no se tocaron el corazón por ellos antes de hacer algo tan vil, alejándolos de sus familias y como ejemplo, Sophie.

Ladeo el cuello, encontrándola a un paso de nosotras, sin moverse del lugar en donde está, no hay llanto, no hay lamentos por quién si era su hermano y el padre biológico de mi hija, solo eso, nada más.

La única que lo llora es Diane, Sophie no lo hace porque ya suficientes lágrimas derramó por su causa, noto como sus hombros dejan caer una carga y por muy descabellado que parezca, su muerte ha librado a muchos de una muralla pesada tras los que fuimos víctimas de un verdugo sin corazón.

Yo no lloro porque no se me da la gana darle, —aunque sea en un ataúd ahora mismo delante de mí —, ese beneficio. No lloro porque mis lágrimas son valiosas y sin conciencia, pena o vergüenza, debo admitir que ahora sí las alas están libres de ataduras, ahora ya no hay cadenas con flechas amenazando con tumbarlas y herirlas.

Murió y nos liberó.

Diane, volteo a ella, paso mi brazo bajo sus hombros y junto a Sophie quién se mira conmigo, iniciamos el camino fuera de terapia intensiva como lo indica la policía.

—Yo la llevaré a nuestro nuevo hogar —informa Sophie —. Necesita estar lejos de aquí, los iré a visitar cuando estén en casa.

Abro la puerta del convertible de Sophie, sentando a la señora Diane, ella no habla, solo llora, es entendible, era su hijo a pesar de todo.

—De acuerdo, si necesitan algo no duden en decirme —pido, cerrando después de abrocharle el cinturón —. ¿Estás bien?

Acepto ese abrazo de Sophie, yo también la abrazo, le tengo mucho cariño.

—Han sucedido muchas cosas el día de hoy, he tomado buenas decisiones, soy libre del dolor y del calvario...—hace una pausa, tomando grandes bocanadas de aire aún contra mí pecho —. No me duele que se haya muerto, Shayna, estoy preguntándome si en verdad estoy loca.

Sonrío inevitablemente, nos separamos y peino un par de mechones tras sus orejas, luego entrelazamos nuestras manos.

—No eres la única —entrecerramos los ojos, los rayos de sol dan de lleno contra nuestras pieles —. Ya no hay más amenaza, estoy igual que tú.

HOPE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora