Capítulo 29

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Apago el motor frente al albergue, no me dijeron donde exactamente están, sin embargo, lo supuse, he estado en todos los periódicos posibles donde detallan mi vida o suponen.

—¿Qué necesitas que haga? —inquiere Dante, antes de que podamos bajar.

Respiro.

—¿Quieres estar ahí? —respondo con otra pregunta —. Estás en todo el derecho de no querer presenciar lo que sea que suceda ahí dentro.

Antes de que pueda dar una respuesta, da acciones, bajándose abre la puerta del auto para mí, con la mano saludo a los chicos que caminan en la acera o los que desde sus pisos gritan mi nombre.

Los niños corretean de aquí allá en lo que voy de la mano junto a mi esposo, se emocionan al verme, llamándome tía Shayna para todo.

Preguntan por Hope, con un nudo en el estómago y la garganta respondo que pronto ella va a venir. También debe estar deseando verlos y jugar con sus amigos de toda la vida.

Travis cruza la distancia entre nosotros con grandes zancadas hasta llegar a mi, tiene el cabello rizado desordenado como si hubiera pasado las manos por él más de las contadas.

—Hasta que llegas —saluda a Dante y me abraza a mí —. Están ahí dentro, Norah los llevó a su despacho, llegaron exigiendo saber dónde estás, armando un escándalo.

Sin saber quién fue tengo la certeza de que fue mi progenitor, siempre acostumbraba a exigir, imponer, demandar y sancionar sin cuestionar o preguntar al respeto de nada, tampoco daba explicaciones y tal parece que sigue con la misma costumbre.

—Ya relájate, estoy aquí, Tra, iré a ver qué es lo que quieren.

Me da dos besos más en la mejilla.

Mi esposo está apoyándome en todo momento, sin soltarme aún cuando subimos las escaleras.

He decidido enfrentar esta situación de una buena vez por todas sin tantas vueltas, las cosas claras, bien explicadas y sobre la mesa evitan malos entendidos y mantienen a todos despierto sin vanas ilusiones o suposiciones.

Dante es quien toca sutilmente la puerta, no se escucha mucho, un murmullo el cuál permite nuestra entrada.

Tomando una bocanada de aire nos abrimos paso en la estancia iluminada con el atardecer casi la noche, un par de faros están encendidos y a la primera persona que enfoco es a Norah tras el escritorio sin decir una palabra.

Luce rígida en todos los sentidos, apenas si relaja un poco al divisarme.

Viene para saludar, aunque nos vimos ayer, lo hace con esmero y mucho más cariño, más emociones y apoyo del que suele transmitir.

Deduce lo difícil que es esta situación, más estando ella desde el principio conmigo.

—Llegaron de sorpresa, no hubo tiempo de avisar rápido —susurra.

Le doy una palma en la espalda, tengo tres pares de ojos los cuales siento tras de mí, en todo el cuerpo haciéndome sentir incómoda.

—No pasa nada, Norah —tranquilizo.

Se retira para darnos espacio y Dante no me suelta, está enfocado en las personas tras de mí, sigo la dirección de su mirar para al fin darle el frente a quienes no he visto en años.

Siguen igual, no cambian, solo mi hermana quién si lo ha hecho bastante. Una grieta nueva se agrega a las otras por dentro, al verla, detallarla y estudiarla, como luce, cómo le extrañé y lo mucho que la protegía.

Quiero decirle algo, pero es solo un intento, porque un bofetón termina girándome el rostro en la dirección contraria casi hasta torcerme el cuello por la fuerza.

HOPE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora