Capítulo 21

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Primero, todos los invitados recaen lo que he hecho, muchos se separan de mí por el tintineo de los cristales y el chispero de la bebida, analizándome con detenimiento, confundidos ante el temblor que demuestro.

Segundo, pasan de mí a la entrada del salón, reparando a la persona frente a nosotros. Yo no sé cómo controlar los nervios, las piernas las tengo débiles, no sé cómo, simplemente empiezo a retroceder con Sophie apoyándome.

—Buenas noches, familia —saluda, con una copa en las manos, el traje a la medida sin corbata, una mano en el bolsillo introduciéndose de espacio en el salón —. Lamento la tardanza —agrega sonando amable.

La conmoción se nota entre todos, la mayoría está sorprendida de verlo, sin embargo, reaccionan mientras yo empiezo a escuchar todo lejano.

¿Qué hice mal en la vida para merecer todo esto?

No lo sé, pero debió de ser algo terrible para ser tan cruel conmigo.

—Hijo —Diane está solloza, acercándose al recién llegado —. ¿Cómo estás?

A nadie parece extrañarle que Diane cuestione sobre eso, sin embargo, la familia entera se empeña en mantener una imagen impoluta ante los miembros más de alcurnia con los que se codean.

—Hermano, que bueno es verte —se acerca Tracy, dejando la copa abraza a su hermano el cual es igual de enigmático que Thomas o mucho peor todavía.

Recuerdos, son los que se aglomeran en mi memoria cuando ya no tengo más escapatoria y sus ojos me atrapan entre tantas personas, brillando con malicia oculta en un rostro sereno.

—Charlie —apenas si pronuncia su nombre cuando empiezo a sudar con mucho miedo.

Me persiguió durante semanas en las cuales lo evadí, sus llamadas constantes, ese apego sexual insano, las amenazas y advertencias mandadas a través de Hannah y Merylin, resulta que donde menos creo encontrarlo es a donde pertenece.

—Thomas —quedan frente a frente, a la misma altura.

El ego de ambos danza en el aire, así como una rivalidad empeñada en reducirla solo a hermandad y ahora es donde entiendo las palabras de Diane hace un momento atrás, ellos harían todo para mantener la fachada de una familia feliz, cuando en esta casa solo se respira lucha de poder, de egos, quién es mejor que quien, quién mantiene el orden cósmico.

Me siento asfixiada en este lugar, quiero irme, pero los ojos de todas las mujeres sobre mí lo impiden. Sophie y yo estamos tan arrinconadas en un lugar que parece pequeñito, invisible, pero no es así.

Los dos se estiran las manos, estrechándolas hasta que sus nudillos terminan blancos al tiempo que se beben el restante de la copa para abrazarse a lo macho alfa.

Demasiada toxina en el aire, es mucho para tanto.

—Gracias por estar aquí —habla Thomas, notando como es mentira lo que dice porque nadie en la sala se esperaba la llegada de Charlie Murphy.

—Nunca dejaría a la familia mal, hermano —revira este último.

Sirven una nueva ronda de bebida la cual rechazo.

—Tan galante como siempre —se esmera Margaret en agradarle a todo el mundo. No se qué puede estar pasando por la cabeza de ninguno, menos cuando de reojo tengo encima a los dos hermanos observando los movimientos que doy.

—Querida Margaret —le besa el dorso de la mano, cada vez más acercándose a nosotros.

No quiero, necesito escapar de aquí.

HOPE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora