Rodrigo detiene el auto frente al hospital público, las llantas alertan a más de uno, sin embargo eso no es lo importante, aquí lo que realmente importa es que Hope no ha dejado de quejarse, sus pequeñas manos entorno a su cabeza se contraen cada vez que un latigazo es más fuerte que el anterior.
Mis mejillas están bañadas de lágrimas, mi cuerpo temblando por el miedo.
Rodrigo abre la puerta para nosotras, me engancho lo que puedo encima, saliendo desparrama a la carrera.
Con mi cuerpo empujo la puerta doble de emergencia.
— ¡Ayuda por favor! —grito en medio del llanto.
Un médico junto a una enfermera se aglomeran a mi alrededor, así no tengo que pedir ayuda por una segunda ocasión.
Una camilla es arrastradas frente a mí, me quitan a Hope deduciendo que es por ella, el llanto de mi bebé no cede.
— ¿Qué tienes la pequeña? —cuestiona el doctor.
Rodrigo se ubica a mi lado con el abrigo de Hope doblado en su antebrazo.
—Tiene fuerte dolor de cabeza, ayer al salir de la guardería tenía, la medique para hoy traerla a la cita que tenemos en breve —hablo entrecortadas —, pero en el desayuno el dolor volvió más fuerte.
Rodrigo rodea mis hombros.
Nos instalan en un cubículo del área de emergencias, Hope solloza sin control. Yo quiero pasar por encima de todos, sostener a mi bebé entre mis brazos.
— ¿Cuál es su nombre? —pregunta una doctora entrando en escena, lleva una tablilla en sus manos.
El doctor toma su temperatura.
Su ceño fruncido me alarma más.
—Hope Davis —respondo, pendiente de todo lo que hacen con mi bebé.
— ¿Edad? —prosigue.
Me contengo para no decirle algo de que se calle. Ella pregunta con una calma impoluta, mientras mi hija sufre.
—Tres años, no es alérgica a nada, solo ha tenido resfriados como cualquier bebé, nada grave, soy madre soltera, desconozco a su padre, vivimos en un albergue y soy meseta en un club nocturno —hablo con fluidez, me sé el protocolo de preguntas, cuando estaba cursando la carrera de abogacía, esta era unas de las cosas incluidas en caso de tener un expediente médico —. Es una niña saludable, mi nombre es Shayna Davis.
La doctora no hace más preguntas.
Hope sigue quejándose.
—No tiene fiebre, ni ningún otro golpe en el cuerpo, ¿Se ha dado en la cabeza? —indaga el médico hacia mí.
Me posiciono cerca de Hope, soltando sus coletas.
—No, cuido de que mi hija no se golpee en su cabeza —por supuesto que es inevitable que caigan y se levanten solos.
El médico asiente confundido.
—Informáremos al oftalmólogo de este caso, el vendrá en un momento, usted dijo que tenían una cita, vendrá más rápido —informa evaluando a Hope todavía —. Pequeña, ¿Puedes decirme donde te duele?
Hope aprieta sus pequeños ojos. Asiente a penas.
—No puedo ver bien, me duele toda mi cabeza y mis ojos —responde entre llanto, sorbiendo la nariz.
El médico parpadea.
—Vamos a suministrarle sueros con un analgésico, es posible que vomite por el dolor —guarda el termómetro en su bata —. Ya vendrá un enfermero a canalizarla.
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HOPE ©
General Fiction"Soñamos para tener esperanza. Dejar de soñar, bueno, eso es como decir que no se puede cambiar el destino" _ Amy Tan