Capítulo 13

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Inmediatamente siento la necesidad de huir lejos de aquí, con su cercanía feroz, aura oscura y peligrosa, solo la mera presencia incómoda.

Me muevo lista para irme, no sé a qué vine, en el momento que abrí la boca para mencionar a Hope, me he arrepentido. Yo soy un cachorro delante de un lobo, es la impresión que tengo por cómo me observa, detalla hasta el último centímetro de mí.

Es imposible de leer este sujeto.

Hubiera logrado la huida si solo no se me hubiera interpuesto en el camino, casi choco de lleno con la figura alta de traje ante mí.

La sala se queda en un tétrico silencio. Ni un mosquito, zumba.

—Ven conmigo —esto no es una petición, es una orden que cala por cada poro que tengo, encogiendo y retorciendo todo lo que tengo en el cuerpo.

Titubeó, pestañeo, abro y cierto la boca sin llevar al cerebro y la lengua en un compás que me permita rebatir algo en su momento.

—Yo...lo siento, tengo que irme. —logro articular.

Presa del pánico.

No estuvo bien, ella puede seguir sin un papá y yo puedo encontrar las soluciones a todos los males que la sobrecogen. Hope y yo, no necesitamos a este tipo.

Ubico un espacio por el que pretendo escapar, otro intento fallido. Se interpone nuevamente.

Incluso las secretarias tiemblan. ¿Quién es? ¿Qué es? Ya sé, solo tengo un nombre y profesión, fiscal.

—Entra. —demanda, tajante.

Es que tiene una manera de hablar intimidante.

Dios, Tiffany me lo dijo, es peligroso, estuve investigando y hasta ahora es un fiscal invicto, donde pone el ojo, ahí es, hunde a quien le estorba. Los que han osado enfrentarlo están refundidos en las cárceles más letales del país.

Ahora tiene la vista sobre un par de asesinos, por eso el que los hunda. No tengo nada en contra de que lo haga, sin embargo, por como luce, se yergue, por como importe con su mera presencia invoca al temor.

Thomas Murphy es demasiado peligroso.

—Por favor —suplico, quiero irme.

Rasga una sonrisa mezquina en ese rostro pétreo, sin pensarlo estoy siendo arrastrada al interior de una oficina mucho más grande, el triple de grande de donde vivo.

Nadie dice o hace nada, así me esté empujando sin tacto dentro del lugar.

El toque quema, arde, lástima.

Debí correr a tiempo.

Salto cuando la puerta se cierra en un sonido sordo, los vellos de todo el cuerpo se ponen en puntas.

El lugar es en tonos fríos como el dueño, una decoración plana, muebles de caoba, colores de marrones a negros no pasan.

Títulos y títulos que terminan por marearme. Según la web solo tiene treinta y dos años, ostenta todo este poderío, ¿Qué hizo?

—¿Qué crees que haces diciendo improperios? —cuestiona, de momento intuyo que es pacifico —. ¿Qué es lo que quieres?

Se ubica tras su gran, amplio y costoso escritorio, apartando unas carpetas, antes de adoptar una postura de piernas separadas, brazo derecho en la unión de la cintura con el músculo, mueve con la izquierda el bolígrafo negro con detalles dorados.

—No es ningún improperio —replico, armándome de valor, detonó en él toda la intención de querer simplemente molestarme, amedrentarme —. No quiero nada, solo déjeme ir, olvidarlo que dije.

HOPE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora