Capítulo 15

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Esto es una batalla campal, es todo lo animal con naturaleza delante de quienes lo conocen, me hago la pregunta si es así de inescrupuloso con su pareja.

Me jala por el cuello de la polera blanca que llevo, pegándome tal cual lo tengo yo contra la verja. Quiere repetir el proceso, Travis capta sus intenciones, adelantándose, pegándolo mucho más a la barrera que nos espera, hasta el punto que la sangre se le acumula en el rostro.

Respiramos el mismo aire, compartiendo el mismo calor, las aletas de su nariz están dilatada por la rabia, respiramos al compás.

—Suéltelo —la seguridad se interpone, queriendo apartarme, iniciando una contienda en la cual mis amigos se atraviesan en sus caminos.

—Cuando él la suelte, yo lo suelto —impone Travis, irreversible.

Rodrigo nos protege la espalda.

—Dame a mi hija —exijo de nuevo.

La mujer que tiene al lado, la cual recuerdo su nombre es Margaret, luce mortificada en cuanto a todo esto.

—Thomas, no te conviene un escándalo ahora, cariño —le toca el hombro con ternura, se sacude del agarre, rugiendo.

—No te metas en lo que no te importa, Margaret —ordena.

Va por la vida dando órdenes como un ser supremo, no es más que una escoria de la sociedad.

—Señor, las personas empiezan a acercarse —avisa quién sabe quién.

La mención de espectadores lo coloca en una situación alarmante. Vuelve a transformarse de animal a medio humano.

Ninguno de los dos bandos baja la guardia, se agarran con saña, dando el reto.

Uno graba al final, porque como son desconfían de los altos mandatarios y mandamás de la sociedad, se creen con derecho a pisotearnos solo por vivir en lugares que se mueven por el bajo mundo y tener pintas de ropas distintas.

Patético.

—Hablemos adentro —suelta mi polera, toco el brazo de mi moreno favorito, al yo soltarlo.

—Tra —lo deja de mala gana.

Tiene los barrotes tatuados en el rostro.

—Colócate aquí, no queremos que la cámara te enfoque —susurra Margaret, preocupada por quién se encarga de apartarla como si tuviera lepra.

—¿Qué esperas para entrar? —cuestiona hacia a mí, Thomas Murphy.

—Ella ni es tu empleada, pero tampoco es un perro al cual le das órdenes, basura —escupe Rodrigo en su dirección.

Se abren las rejas, en lo que Thomas estudia los rostros de mis amigos. Esto no me gusta para nada.

Ernesto, uno de los chicos más allegados, interrumpe el abrir delas rejas con una varilla.

—¿Qué nos asegura que si entra ahí no la va a lastimar?

Se miran entre todos.

—Eso no les incumbe, todos tienen lo que se buscan —revira, Thomas.

Ernesto chasquea la lengua en desacuerdo.

—Por eso usted va a ir al infierno —comenta a la ligera.

Por orden de Thomas uno se quiere pasar de listo, sin embargo, yo soy la siguiente en tomar el bate más cercano, sonándolo en el aire como clara amenaza de que si tocan a alguno me valer nada romperle el rostro a cualquiera.

—Vamos a entrar nosotros tres con ella —determina Rodrigo, incluyendo a Ernesto —. Ustedes quédense aquí y no duden en reaccionar y partirle la madre a quien quiera pasarse.

HOPE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora