TRES TAZAS DE TÈ CON LAINE BURGES

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Londres, Basilea, y Constantinopla, 1900

El estudio de Ana Gina es un espacio considerable situado cerca del Cementerio de Highgate, con ventanas del piso al techo que dan una vista panorámica de Londres. Maniquíes con largos vestidos de gala están dispuestos en grupos y parejas, dando la sensación de estar en una fiesta de gente decapitada.

Etta Cesaire vaga entre un grupo de vestidos blancos y negros mientras espera por Mme. Gina, deteniéndose para admirar uno en satén marfil delicadamente cubierto por un terciopelo negro calado, formando figuras y curvas.

—Puedo hacerlo en algún color si lo quieres para ti misma —dice Mme. Gina mientras entra al cuarto, acompañada de su bastón que hace un sonido rítmico.

—Es demasiado grande para mí, Tante Gina —dice Etta.

—Son difíciles de balancear sin color —dice Mme. Gina, girando en torno al maniquí con ojo crítico—. Demasiado blanco y la gente asume que es un vestido de novia, demasiado negro y parece pesado y demasiado sobrio. Este quizás necesite más negro, creo. Añadiría un poco más en la manga izquierda, pero Marinette no puede soportarlo. —Mme. Gina le muestra el resto de su más reciente trabajo a Etta, incluyendo unos bosquejos recientes, antes de sentarse ante una mesita con un juego de té servido junto a una ventana.

—Tienes una nueva asistente cada vez que te visito —dice Etta, después de que la más nueva les lleva la tetera y vuelve a desaparecer.

—Se aburren de esperar que me muera y deciden probar suerte en otro lado, una vez que comprenden que arrojarme por la ventana esperando que termine en un mausoleo es demasiado problema. Soy una mujer mayor con mucho dinero y ningún heredero; son buitres con un buen peinado. Esta no durará más de un mes.

—Yo siempre asumí que le dejarías todo a André —dice Etta.

—André no necesita nada financieramente, y no creo que sería capaz de manejar el negocio y hacer las cosas como yo preferiría. No tiene el ojo para ello. Bueno, no es que tenga ojo para mucho en estos días.

—¿Está tan mal? —pregunta Etta, sorbiendo té.

—Ha perdido algo de sí mismo —dice Mme. Gina—. Lo he visto preocupado con proyectos antes, pero no a este límite. Lo ha reducido a un fantasma de lo que era, aunque en el caso de André, un fantasma de lo que era es mejor que muchas personas. Yo hago lo que puedo. Encuentro compañías de ballet reconocidas para llenar sus teatros. Lo llevo a la ópera cuando él debería hacerlo por mí. —Bebe un poco—. Y no quiero hablar de un tema delicado, cariño, pero me he encargado de mantenerlo alejado de trenes.

—Eso es bastante sabio —dice Etta.

—Lo he conocido desde que era un niño, es lo menos que puedo hacer.

Etta asiente. Tiene otras preguntas que hacer, pero decide que es mejor guardarlas para alguien que no sea la persona que está visitando. Por el resto de la tarde, discuten de moda y movimientos artísticos. Mme. Gina insiste en hacerle una versión menos formal del vestido marfil y negro en color durazno y crema, terminando un bosquejo en minutos.

—Cuando me retire, todo esto será tuyo, querida —dice Mme. Gina cuando Etta se dispone a irse—. No se lo confiaría a nadie más.

La oficina es grande pero parece más pequeña de lo que en realidad es debido a su contenido. Mientras la mayor parte de las paredes están compuestas de vidrio de colores, mucho está oscurecido por gabinetes y estantes. El escritorio junto a la ventana está prácticamente escondido en el meticuloso caos de papeles y diagramas y planos. El hombre que está sentado detrás es casi invisible, camuflado con su ambiente. El sonido de su lápiz rasgando el papel es tan preciso y metódico como el tic tac del reloj en una esquina.

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora