TECNISISMOS

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Londres,Noviembre 1, 1901

Marinette desea que pudiese congelar el tiempo mientras escucha el latido estable del corazón de Adrien en contraste con el tic tac del reloj. Para quedarse por siempre dentro de este momento, acurrucada en sus brazos, sus manos acariciando suavemente su espalda. Para no tener que irse.

Sólo triunfa desacelerando los latidos del corazón de Adrien lo suficiente para que él caiga profundamente dormido.

Ella lo podría despertar, pero el cielo afuera ya está brillando, y sufre con el pensamiento de decir adiós.

En vez de eso, lo besa suavemente en los labios y rápidamente se viste mientras él duerme. Quita su anillo de su dedo y lo deja en el mantel, descansando entre los dos corazones estampados en la carta.

Se detiene mientras se pone su abrigo, mirando los libros dispersos sobre el escritorio.

Quizás sería mejor si ella entendiera sus métodos, podría usarlos para hacer el circo más independiente. Para tomar algo del peso por sí misma. Permitiéndoles estar juntos por más de unas cuantas horas robadas, sin desafiar las reglas del juego.

Es el mejor regalo que ella le puede dar, si son incapaces de forzar un veredicto de alguno de sus instructores.

Toma el libro lleno con nombres. Parece un buen lugar por donde empezar ya que entiende las bases de lo que quiere lograr.

Lo toma consigo mientras se va.

Marinette cierra la puerta del apartamento de Adrien tan suave como puede después de que sale al oscuro pasillo, el libro forrado en cuero bajo su brazo. Los seguros se ponen en su lugar detrás de ella con una serie de suaves y sordos clics.

No se da cuenta de la silueta escondida en las sombras hasta que le habla.

—Tú mentirosa pequeña zorra —dice su padre.

Marinette cierra sus ojos, tratando de concentrarse, pero siempre ha sido difícil alejarlo una vez que ha agarrado algo de ella, y ella no lo puede manejar.

—Estoy sorprendida de que esperaras en el pasillo para llamarme así, papá — dice ella.

—Éste lugar está muy bien protegido, es francamente absurdo —dice Tom, señalando la puerta—. Nada puede entrar a menos que ese chico explícitamente lo desee.

—Bien —dice Marinette—. Puedes estar lejos de él, y puedes estar lejos de mí.

—¿Qué estás haciendo con eso? —pregunta, haciendo una señal al libro bajo su brazo.

—Nada relacionado contigo —dice Marinette.

—No puedes interferir con su trabajo —dice Tom.

—Lo sé, interferir es una de las muy pocas cosas que aparentemente es contra las reglas. No intento interferir, intento aprender de sus métodos así puedo dejar de tener que manejar mucho en el circo.

—Sus métodos. Los métodos de Gabriel no son nada con lo que debas estar molestándote. No tienes idea de qué estás haciendo. Sobreestimé tu habilidad para manejar éste reto.

—¿Este es el juego, cierto? —pregunta Marinette—. Es sobre cómo tratamos las repercusiones de la magia puesta en un lugar público, en un mundo que no cree en cosas así. Es un reto de aguante y control, no de habilidad.

—Es un reto de fuerza —dice Tom—. Y tú eres débil. Más débil de lo que pensé.

—Entonces déjame perder —dijo—. Estoy exhausta, papá. No puedo hacer esto por más tiempo, no es como si te pudieras regodear sobre una botella de whiskey una vez el ganador es declarado.

—Un ganador no es declarado —dice su padre—. La partida es jugada, no detenida. Deberías haber entendido eso para este momento. Solías ser un tanto más astuta.

Marinette lo mira, pero al mismo tiempo empieza a acomodar sus palabras en su mente, recolectando las confusas no-respuestas sobre las reglas que le había dado a lo largo de los años. De repente la figura de los elementos que él siempre había evitado se vuelve más distinta, el factor clave desconocido, claro.

—El vencedor es aquel que sigue de pie luego de que el otro no puede resistir más —dice Marinette, la extensión de aquello finalmente teniendo un sentido devastador.

—Esa es una generalización enorme pero supongo que será suficiente.

Ella se gira hacia el apartamento de Adrien, presionando su mano contra la puerta.

—Deja de comportarte como si amaras a ese chico —dice Tom—. Estás por encima de tales cosas tan mundanas.

—Estás dispuesto a sacrificarme por esto —dice en voz baja—. Dejarme destruirme a mí misma sólo así puedes intentar demostrar un punto. Me amarraste a éste juego sabiendo lo que está en juego, y me dejas pensar que no era nada más que un simple reto de habilidad.

—No me mires así —dijo él—. Como si me creyeras inhumano.

—Puedo ver a través de ti —dice bruscamente Marinette—. No es particularmente algo relacionado con mi imaginación.

—No sería diferente si todavía estuviera como estaba cuando esto empezó.

—¿Y qué le sucede al circo después del reto? —pregunta Marinette.

—El circo no es más que un escenario —dice él—. Un estadio. Un coliseo muy festivo. Puedes continuar en él después de que ganes, sin embargo, sin el reto no tendrá propósito.

—Entonces, supongo que los servicios de los otros involucrados no tendrán propósito, ¿cierto? —pregunta Marinette—. ¿Sus destinos son sólo un problema de consecuencia?

—Todas las acciones tienen repercusiones —dice Tom—. Es parte del reto.

—¿Por qué me estás diciendo todo esto ahora, cuando nunca antes lo has mencionado?

—Antes, no había pensado que estuvieras en la posición de ser quien perdiera.

—Te refieres a ser aquél que morirá —dice Marinette.

—Un tecnicismo —dice su padre—. Un juego es finalizado sólo cuando queda simplemente un jugador. No hay otra manera para terminarlo. Puedes abandonar cualquier sueño erróneo de seguir jugando a la zorra con ese don nadie que Gabriel saco de un desagüe de Londres antes de que esto termine.

—¿Quién queda, entonces? —dice Marinette, ignorando su comentario—. Dijiste que el estudiante de Gabriel ganó el último reto, ¿Qué pasó con él?

Una burlona risa se estremece a través de las sombras antes de que Tom responda.

—Ella está doblándose en nudos en tu precioso circo

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora