CONTABILIDAD

58 10 3
                                    

Londres, Marzo 1900

André Christopher Bourgeois se encuentra sentado en su enorme escritorio de caoba en su estudio, una botella casi vacía delante de él. En un momento de la noche hubo un vaso, pero él lo extravió horas atrás. Deambular de habitación en habitación se ha convertido en un hábito nocturno impulsado por el insomnio y el aburrimiento. Él también ha perdido su chaqueta, abandonada en una habitación por la cual había pasado. Sería recuperada sin comentarios por una diplomática mucama en la mañana.

En el estudio, entre sorbos y sorbos de brandy, él intenta trabajar. Esto se compone principalmente de garabatear con plumas en varios trozos de papel. Él no ha realmente trabajado en años. No hay nuevas ideas, ni nuevas producciones. El ciclo de montaje y ejecución y pasar al nuevo proyecto ha derrapado hasta detenerse, y él no puede decir porqué.

No tiene sentido para él. No en esta noche ni en cualquier otra, no a cualquier nivel de la botella de brandy. Esta no es la forma en que se supone que funciona. Un proyecto es comenzado, es desarrollado, armado y enviado al mundo, y la mayoría de las veces se convierte en autosuficiente. Y luego él ya no es necesario. No es siempre una posición agradable para estar, pero es la forma en la que suceden las cosas, y André conoce muy bien ese proceso. Uno se siente orgulloso, uno reúne sus ingresos, e incluso si uno se siente un poco melancólico, uno sigue adelante.

El circo lo dejó atrás, navegando lejos y él aún no podía apartarse de la orilla. Tiempo más que suficiente para lamentar el proceso creativo y encenderlo nuevamente, pero no hay chispas de algo nuevo. Ningún nuevo emprendimiento, nada más grande o mejor durante catorce años.

Tal vez, piensa, se ha superado así mismo. Sin embargo no es un pensamiento placentero, entonces lo ahoga en el brandy e intenta ignorarlo.

El circo le molesta. Le molesta sobre todo en momentos como éste, en el fondo de la botella de brandy y en el silencio de la noche. No es terriblemente tarde, la noche es apenas joven en términos circenses, pero el silencio ya es pesado.

Y ahora. Con su botella y su pluma drenadas, simplemente se sienta, arrastrando una mano por su cabello distraídamente, mirando a través de la habitación a nada en particular. Llamas arden bajas en la chimenea dorada, la alta estantería colmada con curiosidades y reliquias se avecina entre las sombras.

Sus perdidos ojos van a la deriva por la puerta abierta para fijarse en la puerta al otro lado del pasillo. La puerta de la oficina de Adrien, escondida entre un par de columnas persas. Forma parte de un juego de habitaciones que pertenecen a Adrien, es lo mejor para mantenerlo siempre a disposición, aunque él esté fuera esta noche.

André se pregunta a través de una niebla empapada de alcohol si tal vez Adrien guarda los documentos del circo en su oficina. Y qué podían contener exactamente esos documentos. Él sólo ha visto los documentos relacionados con el circo al pasar, no se ha molestado en examinar los detalles de la cosa en años. Ahora él está curioso.

Una botella vacía de brandy todavía en su mano, se pone de pie y se tambalea por el pasillo. Estará cerrado, piensa, cuando alcanza la pulida puerta de oscura madera, pero el mango de plata se mueve con facilidad mientras lo gira. La puerta se abre. André titubea en la entrada. La pequeña oficina está a oscuras excepto por el foco de luz derramada desde el pasillo y la tenue bruma proveniente de las farolas filtrándose a través de la única ventana.

Por un momento, André reconsidera. Si quedara algo de brandy en la botella él podría cerrar la puerta y alejarse. Pero la botella está vacía, y es su casa, después de todo. Busca a tientas el interruptor en el aplique cercano a la entrada y la luz parpadea a la vida, iluminando la habitación delante de él.

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora