ESTRATAGEMA

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Londres, Abril 1886

—Ella es muy buena para mantenerse en la multitud —dice André —.Simplemente debe tener su propia carpa.

Colocaremos los asientos en forma de aro o algo, mantener a la audiencia justo en medio de la acción.

—Sí, señor —dice Adrien, jugueteando con su cuaderno, recorriendo sus dedos sobre las páginas que habían sido alas solamente minutos antes.

—¿Qué es lo que pasa contigo? —pregunta André —. Estás blanco como una hoja de papel. —Su voz hace eco a través del vacío teatro ya que están solos en el escenario, Mme. Gina habiendo llevado fuera a la señorita Dupain, salpicándola con preguntas acerca de vestidos y estilos de peinados.

—Estoy bien, señor —dice Adrien.

—Luces terrible —dice André , fumando su cigarrillo—. Ve a casa. Adrien lo mira sorprendido.

—Señor, hay papeleo que necesita ser terminado —protesta.

—Hazlo mañana, tiempo suficiente para esas cosas. Tanto Gina y yo llevaremos a la señorita Dupain de regreso a su casa para tomar el té y podemos resolver los detalles y papeleo luego. Toma un descanso o toma una bebida o lo que sea que quieras hacer.

—Si insiste, señor.

—¡Insisto! Y deshazte del resto de los sujetos en el vestíbulo. No hay necesidad de ver trajes con capas, cuando ya hemos encontrado algo mucho más interesante. Mucho más atractivo, también, debería pensar, si una predilección corre en esa dirección.

—En efecto, señor —dice Adrien, sonrojando su palidez—. Hasta mañana entonces. —Asiente con su cabeza en algo así como una reverencia, antes de girar con gracia sobre sus talones y salir al vestíbulo.

—No te tomé por ser del tipo fácilmente asustado, Adrien. —André lo llama después, pero Adrien no gira.

Adrien educadamente rechaza los ilusionistas en el vestíbulo, explicando que el puesto ha sido ocupado y agradeciéndoles por su tiempo. Ninguno de ellos observa que sus manos están temblando, o que está agarrando tan apretadamente su lapicero en la mano que sus nudillos están blancos. Tampoco se dan cuenta cuando se parte en dos en su puño, tinta negra se filtrándose por su muñeca.

Después de que los ilusionistas han salido, Adrien reúne sus cosas, limpiando su mano cubierta de tinta en su abrigo negro. Se coloca el sombrero antes de salir del teatro.

Con cada paso, se vuelve más visiblemente angustiado. Las personas se mueven fuera de su camino en la concurrida acera.

Cuando llega a su apartamento, Adrien deja caer su bolso en el piso, apoyándose contra la puerta con un suspiro.

—¿Qué está mal? —pregunta Lila desde una silla junto a la chimenea vacía. Ella oculta la longitud de cabello que se ha trenzado en su bolsillo, con el ceño fruncido ya que sabe que tendrá que volver a trenzar la pieza entera porque su concentración fue rota. Esta es la parte en que ella todavía tiene mayor dificultad, la concentración y el enfocar.

Por ahora, lo abandona y mira a Adrien mientras cruza el cuarto para alcanzar la estantería que recubre la pared.

—Sé quien es mi oponente —dice Adrien, tirando con los brazos los libros de la estantería y esparciéndolos sin orden sobre las tablas, dejando varios montones desordenados sobre el piso.

Los que permanecen en los estantes colapsan, algunos volúmenes caen, pero Adrien no se da cuenta.

—¿Es la japonesa sobre la que tenías curiosidad? —pregunta Lila, viendo como el impecable sistema de archivo de Adrien cae en el caos. El apartamento que siempre ha sido mantenido en perfecto estado, y ella se encuentra repentinamente con una agitación inquietante.

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora