TRANSMUTACION

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Nueva York, Noviembre 1, 1902

Si Marinette pudiera abrir la boca, gritaría.

Pero hay demasiado que controlar entre el calor, la lluvia y Adrien en sus brazos.

Se centra sólo en él, tirando todo lo que es él con ella mientras se descompone a sí misma. Sosteniéndose al recuerdo de cada toque de su piel contra la suya, en cada momento que ha pasado con él. Llevándoselo consigo.

De repente, no hay nada. No hay lluvia. No hay fuego. Una extensión de la nada, calma y blanca.

En alguna parte de la nada, un reloj empieza a dar la medianoche.

Detente, piensa ella.

El reloj continúa dando campanazos, pero ella siente la caída del silencio.

La ruptura es la parte fácil, se da cuenta Marinette. El volverse a unir es el problema.

Es como sanar las yemas abiertas de sus dedos cuando era niña, pero llevado a un extremo.

Hay tanto que equilibrar, intentando encontrar los límites una vez más.

Sería tan sencillo el sólo dejarse ir. Sería muchísimo más sencillo dejarse ir. Mucho menos doloroso.

Lucha contra la tentación, contra el dolor y el caos. Peleando por controlarse y controlar sus alrededores.

Elige una localización en la cual concentrarse, el lugar más familiar en el que puede pensar.

Y, lentamente, agonizantemente lento, se vuelve a unir a sí misma de forma segura.

Hasta que está en su propia carpa, en el centro de un círculo de sillas vacías. Se siente más ligera. Diluida. Ligeramente mareada.

Pero ella no es un eco de su antiguo yo. Está completa de nuevo, respirando. Puede sentir su corazón latiendo, rápido pero firme. Incluso su traje se siente igual que antes, cayendo en cascada a su alrededor y ya no húmedo por la lluvia.

Da vueltas en círculos y su traje vuela a su alrededor.

El mareo empieza a desvanecerse mientras se reúne a sí misma, todavía maravillada con el logro.

Luego se da cuenta que todo en la carpa a su alrededor es transparente. Las sillas, las luces que cuelgan sobre su cabeza, incluso las rayas en las paredes parecen insustanciales.

Y está sola...

***

Para Adrien, el momento de la explosión dura mucho más.

El calor y la luz se extienden infinitamente mientras él se aferra a Marinette a través del dolor.

Y luego ella se ha ido...

No queda nada. No hay fuego. No hay lluvia. No hay piso bajo sus pies.

Su vista empieza a cambiar continuamente de las sombras a la luz, la oscuridad reemplazada por un gran blanco sólo para ser consumido por la oscuridad una vez más. Nada permanece.

El circo cambia alrededor de Marinette, tan fluidamente como una de las ilusiones de Adrien.

Ella imagina en dónde desea estar, y está allí. No puede siquiera decir si se está moviendo ella misma o está manipulando el circo a su alrededor.

El Jardín de Hielo está silencioso y tranquilo, no hay nada más que frío y fresca blancura en cada dirección. Sólo una fracción del Salón de los Espejos refleja su propio semblante y algunos contienen sólo una temblorosa macha del vestido gris pálido, o el movimiento de las cintas que flotan tras ella.

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora