REGLAS DEL JUEGO

102 15 8
                                    

1887-1889

Hay menos Cenas Circenses ahora que el circo en sí está en marcha y funcionando correctamente, está ganando independencia, como André lo expresó en una de las cenas poco después de la noche de apertura. Los originales conspiradores todavía se reúnen ocasionalmente para cenar, especialmente cuando el circo está cerca de funcionar, pero esto se ha vuelto más y más infrecuente.

El Sr. G. A—, no aparece, a pesar de su permanente invitación.

Y como esas reuniones eran la única oportunidad que se le dio a Adrien de ver a su instructor, la continua ausencia lo frustra.

Después de un año sin una señal, sin alguna palabra o un sólo vislumbre del sombrero de copa gris, Adrien decide ir a verlo.

No sabe la actual residencia de su instructor. Supone, correctamente, que es probable un lugar temporal y para cuando localice la correcta ubicación de su instructor se habría mudado a una nueva, igualmente temporal residencia.

En cambio, Adrien talla una serie de símbolos en la escarcha de la ventana de su apartamento que da cara a la calle, usando las columnas del museo de más allá como guía. La mayoría de los símbolos son indistinguibles a no ser que la luz llegue en los precisos ángulos, pero hay una serie colectivamente en forma de una gran A.

Al día siguiente hay un golpe en la puerta.

Como siempre, el hombre en el traje gris se niega a entrar al apartamento. Él sólo se queda de pie en el vestíbulo y fija su mirada gris y fría en Adrien.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunta.

—Me gustaría saber si estoy haciéndolo bien —dice Adrien.

Su instructor lo mira por un momento, su expresión tan inescrutable como siempre.

—Tu trabajo ha sido suficiente —dice.

—¿Así es cómo va a avanzar el reto? —pregunta Adrien—. ¿Cada uno de nosotros manipulando el circo? ¿Cuánto tiempo continuará?

—Se te ha dado un lugar para trabajar adentro —dice su instructor—. Presentas tus habilidades a la medida de tu capacidad y tu oponente hace lo mismo. No interfieren en el trabajo del otro. Continuará de esa manera hasta que haya un vencedor. No es complicado.

—No estoy seguro de entender las reglas —dice Adrien.

—No necesitas entender las reglas. Necesitas seguirlas. Como dije, tu trabajo ha sido suficiente.

Él comienza a irse, pero entonces vacila.

—No lo hagas otra vez —dice, señalando sobre el hombro de Adrien hacia la ventana cubierta de escarcha.

Luego se da la vuelta y se aleja.

Los símbolos en la ventana se desvanecen en rayas sin sentido.

Es mediodía y el circo duerme tranquilamente, pero Marinette Dupain está de pie en frente del Carrusel, mirando como las criaturas negras, blancas y grises desfilan, suspendidas en coordinadas cintas, sin jinetes.

—No me gusta esa cosa —dice una voz detrás de ella.

Tom Dupain no es más que una aparición en la carpa débilmente iluminada. Su traje oscuro desaparece en las sombras. La cambiante luz lo atrapa y libera el resplandor de su camisa, el gris de su cabello, iluminando la mirada de desaprobación en su rostro mientras observa el Carrusel sobre el hombro de su hija.

—¿Por qué no? —responde Marinette sin voltear—. Es inmensamente popular. Y fue muchísimo trabajo; que debería contar para algo, papá.

Su desdeñosa burla es sólo un eco de lo que una vez fue, y Marinette se alivia de que él no pueda ver su sonrisa en la suave tranquilidad.

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora