FALSA PRETENSIÓN

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Julio - Noviembre 1884

Prospero el Encantador no dio ninguna razón formal para su retiro del escenario. Sus giras habían sido tan esporádicas en los últimos años que su falta de presentaciones había pasado mayormente sin que se notara.

Pero Tom Dupain todavía está de gira, en cierto modo, aunque Prospero el Encantador no lo esté.

Él viaja de ciudad en ciudad, alquilando a su hija de dieciséis años como una médium espiritual.

—Odio esto, Papá —protesta frecuentemente Marinette.

—Si puedes pensar en una manera mejor de ocupar tu tiempo antes de que el desafío comience —y no te atrevas a decir leyendo— entonces bienvenido sea, siempre que nos provea de tanto dinero como esto. Además, es una buena práctica de tu actuación frente a una audiencia.

—Estas personas son insoportables —dice Marinette, aunque no es exactamente lo que quiere decir. Ellos la hacen sentir incómoda. La forma en que la miran, las miradas suplicantes y colmadas de lágrimas. La ven como una cosa, un puente hacia sus seres queridos perdidos a quienes tan desesperadamente se quieren aferrar.

Hablan sobre ella como si ni siquiera estuviera en la habitación, como si fuera tan insustancial como sus amados espíritus. Ella debe forzarse a no temblar cuando ellos inevitablemente la abrazan, agradeciéndole entre sollozos.

—Esas personas no significan nada —dice su padre—. Ni siquiera pueden empezar a comprender qué es lo que piensan que ven y oyen, y es más fácil para ellos creer que están recibiendo milagrosas transmisiones del más allá. ¿Por qué no sacar ventaja de eso, especialmente cuando están tan dispuestos a compartir su dinero por algo tan simple?

Marinette sostiene que ninguna cantidad de dinero es suficiente para una experiencia tan insoportable, pero Tom es insistente, así que continúan viajando, levitando mesas y produciendo fantasmas que golpean en todo tipo de paredes bien empapeladas.

Ella permanece desconcertada por la forma en que sus clientes ansían la comunicación, el consuelo. Ni siquiera una vez ha deseado ella contactar a su difunta madre, y duda que su madre quisiera hablar con ella incluso si pudiera, especialmente a través de esos métodos tan complicados.

Todo esto es una mentira, quería decirles a ellos. Los muertos no están rondando por los alrededores para golpear cortésmente tazas de té y mesas ni susurrar a través de las ondulantes cortinas.

De vez en cuando rompe sus objetos de valor, culpando a los inquietos espíritus. Su padre elige diferentes nombres para ella a medida que cambian de locación, pero a menudo utiliza Amanda, probablemente porque sabe lo mucho que le molesta.

Luego de meses de esto ella está cansada de los viajes, la tensión y el hecho de que su padre a penas la deje comer, mientras que proclama que tener el aspecto de una niña abandonada la hace más convincente, más cercana al otro lado.

Sólo luego de que ella realmente se desvanezca durante una sesión, en lugar de ejecutar perfectamente un desmayo coreografiado espectacularmente, se resigna él a un descanso en su casa en Nueva York.

Durante el té de la una, entre miradas a la cantidad de mermelada y crema espesa que está esparciendo sobre sus bollos, él menciona que ha contratado sus servicios por el fin de semana para una viuda que llora a través de la ciudad, quien ha accedido a pagarle el doble de su tarifa normal.

—Dije que podías descansar —dice su padre cuando Marinette se niega, ni siquiera levantando la mirada de la pila de papeles que ha esparcido a lo largo de la mesa—. Has tenido tres días, eso debería ser suficiente. Te ves bien. Vas a ser más hermosa que tu madre algún día.

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora