HERMOSO DOLOR

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Londres, Noviembre 1, 1901

E

l apartamento de Adrien fue una vez plano y ordenado, pero ahora está lleno con un surtido de muebles disparejos. Piezas con las que André se aburrió en algún momento y fueron adoptadas en este purgatorio en lugar de ser desechadas completamente.

Hay demasiados libros y no suficientes estantes para guardarlos, de modo que están apilados en antiguas sillas Chinas y cojines envueltos en sari. El reloj en el mantel es una creación de Herr Thiessen, adornado con diminutos libros que pasan de página en página mientras los segundos se fijan en las tres en punto de la mañana.

Los libros más grandes en el escritorio se mueven a un paso menos estable mientras Adrien va de atrás a adelante entre los volúmenes escritos a mano, garabateando notas y cálculos en hojas sueltas de papel. Una y otra vez hace símbolos y números, desecha libros en favor de otros y luego regresa a los que ha desechado.

La puerta del apartamento se abre por voluntad propia, los seguros abriéndose y las bisagras balanceándose salvajemente. Adrien salta de su escritorio, derramando una botella de tinta a través de los papeles.

Marinette está de pie en el umbral, los rizos rebeldes escapando de su cabello recogido. Su abrigo color crema cuelga desabotonado, demasiado ligero para el clima.

Sólo cuando ella se mueve al interior de la habitación, la puerta cerrándose automáticamente y asegurándose en una serie de clics tras ella, Adrien nota que bajo su abrigo su traje está cubierto de sangre.

—¿Qué sucedió? —pregunta él, la mano que había estado moviéndose para enderezar la botella de tinta deteniéndose en el aire.

—Sabes perfectamente bien qué sucedió —dice Marinette. Su voz es calma pero ya se están empezando a formar ondas en la oscura superficie de la tinta estancada en el escritorio.

—¿Te encuentras bien? —pregunta Adrien, intentando acercarse a ella.

—Ciertamente no estoy bien —dice Marinette, y la botella de tinta se hace añicos, salpicando tinta sobre los papeles y las mangas blancas de la camisa de Adrien, quedando éstas invisibles en su traje negro. Sus manos están cubiertas de tinta pero él todavía está distraído por la sangre en el traje de ella, el rojo escarlata grita a través del marmóreo satén y desaparece tras el negro calado de terciopelo que lo cubre como una jaula.

—Marinette, ¿qué hiciste? —pregunta él.

—Lo intenté —dice Marinette. Su voz se rompe en la palabra de modo que tiene que repetirlo—. Lo intenté. Pensé que podría arreglarlo. Lo he conocido por tanto tiempo. Pensé que quizá sería como arreglar un reloj para hacerlo funcionar de nuevo. Sabía exactamente qué estaba mal y no pude hacerlo bien. Él era tan familiar para mí pero... no funcionó. —El sollozo que ha estado creándose en su pecho, se escapa. Las lágrimas que ha estado conteniendo por horas caen de sus ojos.

Adrien se apresura a través de la habitación para alcanzarla, empujándola más cerca y sosteniéndola mientras llora.

—Lo lamento —dice él, repitiéndolo en una letanía sobre sus sollozos hasta que ella se calma, la tensión liberándose en sus hombros mientras se relaja en sus brazos.

—Él era mi amigo —dice silenciosamente.

—Lo sé —dice Adrien, limpiando sus lágrimas y dejando manchas de tinta en sus mejillas—. Lo lamento tanto. No sé qué pasó. Algo desequilibró el balance y no puedo descubrir qué fue.

—Fue Lila —dice Marinette.

—¿Qué?

—El encanto que Lila puso sobre el circo, sobre tú y yo. Yo sabía de ello, podía sentirlo. No pensé que estuviera haciendo mucho pero aparentemente sí. No sé por qué ella eligió esta noche para detenerlo.

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora