TETE A TETE PARTE II

59 14 0
                                    

—¿Quiere jugar cartas? —pregunta Marinette.

—No exactamente —responde Adrien mientras baraja. Cuando está satisfecho, pone la baraja en la mesa de billar.

Le da la vuelta a una carta. El rey de espadas. Golpetea la superficie y el rey de espadas se convierte en el rey de corazones. Levanta la mano, alejándola y desplegando sus dedos sobre la carta, instándola a ella a hacer el siguiente movimiento.

Marinette sonríe. Desabrocha el chal de sus hombros y lo deja caer sobre la chaqueta de él. Luego, se posiciona con sus manos unidas tras su espalda.

El rey de corazones se levanta, balanceándose. Se queda en el aire por un momento antes de romperse a la mitad lenta y deliberadamente. Las dos piezas quedan quietas, separadas, por un momento antes de caer, la parte estampada mirando hacia arriba.

Imitando el gesto de Adrien, Marinette golpea la carta y chasquea, uniéndose de nuevo. Ella vuelve a poner su mano tras su espalda y la carta se voltea sola. La reina de diamantes. Luego, la baraja completa gira en el aire por un momento antes de colapsar en la mesa, las cartas esparciéndose sobre la roja fibra que cubre la superficie.

—Es mejor que yo en la manipulación física —admite Adrien.

—Tengo una ventaja —dice Marinette—. Lo que mi padre llama el talento natural. Encuentro más difícil no influenciar lo que me rodea. Constantemente rompía cosas cuando era una niña.

—¿Qué tanto impacto puede tener en las cosas vivas? —pregunta Adrien.

—Depende de la cosa en cuestión —dice Marinette—. Con los objetos es más fácil. Me tomó años controlar cualquier cosa animada. Y trabajo mucho mejor con mis propias aves de lo que podría con cualquier vieja paloma sacada de la calle.

—¿Qué podría hacerme?

—Podría cambiar su cabello, tal vez su voz —dice Marinette—. No más que eso sin su completo conocimiento y consentimiento, y el consentimiento verdadero es más difícil de dar de lo que podría pensar. No puedo reparar una herida. Rara vez tengo más que un efecto temporal y superficial. Es más fácil con las personas que conozco mejor, aunque nunca es particularmente fácil.

—¿Qué tal contigo misma?

En respuesta, Marinette va a la pared y remueve una delgada daga Otomana con una empuñadura de jade de donde cuelga con su compañera. Sosteniéndola en su mano derecha, pone su palma izquierda en la mesa de billar, sobre las cartas esparcidas. Sin dudarlo, hunde la hoja en la palma de su mano, perforando la piel, la carne, las cartas y la fibra bajo su mano.

Adrien se estremece pero no dice nada.

Marinette levanta la daga, su mano y el dos de espadas todavía atravesados por la hoja, la sangre empezando a derramarse por su muñeca. Tiende su mano y la gira lentamente, presentándola con una cierta cantidad de teatralidad de modo que Adrien pueda ver que no hay ninguna ilusión envuelta en ello.

Con su otra mano, remueve la daga, la carta manchada de sangre cayendo sobre la mesa. Luego, las gotitas de sangre empiezan a girar en sentido contrario, filtrándose en la herida en su palma que luego se contrae y desaparece hasta que no hay más que una delgada línea roja en su piel, y luego nada.

Ella golpetea la carta y la sangre desaparece. El corte dejado por la hoja ya no es visible. La carta es ahora el dos de corazones.

Adrien levanta la carta y desliza sus dedos por la enmendada superficie. Luego, con un sutil movimiento de su mano, la carta se desvanece. La deja cuidadosamente guardada dentro de su bolsillo.

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora