RETROESPECTIVA

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Londres, Noviembre 1, 1901

El hombre en el traje gris se desliza fácilmente a través de la multitud de clientes del circo. Ellos se apartan de su camino sin siquiera considerar el movimiento, dividiéndose como el agua cuando él se dirige hacia las puertas.

La figura que bloquea su camino cerca del borde del patio es transparente, apareciendo como un espejismo en el brillo de la hora y el suave balanceo de los farolillos de papel.

El hombre en el traje gris se detiene, aunque fácilmente podría continuar a través de la aparición de su colega sin ningún obstáculo.

—Interesante velada, ¿no es así? —le pregunta Tom, atrayendo curiosas miradas de los clientes cercanos.

El hombre en el traje gris sutilmente mueve los dedos de una mano enguantada, como si estuviera dando vuelta a la página de un libro, y las miradas se detienen, los ojos curiosos pierden su enfoque, su atención se posa en otros lugares de interés. La multitud continúa avanzando, moviéndose desde y hacia las puertas sin notar a ninguno de los dos caballeros.

—No vale la molestia —se burla Tom—. La mitad de estas personas espera ver un fantasma alrededor de cada esquina.

—Esto se ha ido de las manos —dice el hombre en el traje gris—. Este lugar estuvo siempre demasiado expuesto.

—Eso es lo que lo hace divertido —dice Tom, ondeando una mano hacia la multitud. Su mano pasa a través del hombro de una mujer y ella se voltea, sorprendida, pero continúa caminando cuando no ve nada—. ¿No utilizaste suficientes de tus técnicas de ocultamiento, incluso después de congraciarte con André para controlar el lugar?

—Yo no controlo nada —dice el hombre en el traje gris—. Establecí un protocolo de secretismo disfrazado con un aire de misterio. Mi consejo es la razón por la que este lugar se mueve de un lugar a otro sin ser anunciado. Beneficia a ambos jugadores.

—Los mantiene separados. Si los hubieras reunido apropiadamente desde el principio, ella lo hubiera quebrado desde hace años.

—¿Tu estado actual te ha vuelto ciego? Fuiste un tonto al atraparte a ti mismo de esa manera, y eres un tonto si no puedes ver que ellos ya están obsesionados el uno con el otro. Si no se hubieran mantenido alejados esto simplemente hubiera ocurrido antes.

—Deberías haber sido un maldito casamentero —dice Tom, sus ojos entrecerrados desapareciendo y reapareciendo en la ondulante luz—. He entrenado a mi jugadora mejor que eso.

—Y aun así ella vino a mí. Me invitó aquí personalmente, mientras tú... —Se detiene, una figura en la multitud capta su atención.

—Te dije que escogieras un jugador que pudieras tolerar perder —dice Tom, observando la forma en que la mirada de su acompañante sigue al afligido joven con sombrero de hongo que pasa junto a ellos sin notarlos, persiguiendo a André a través de la multitud de clientes—. Siempre te apegas demasiado a tus estudiantes. Es una verdadera lástima que tan pocos de ellos se den cuenta.

—¿Y cuántos de tus propios estudiantes han escogido terminar con el juego ellos mismos? —pregunta el hombre en el traje gris, volviendo su mirada hacia él—. ¿Siete? ¿Será tu hija el número ocho?

—Eso no volverá a ocurrir —responde Tom, cada palabra afilada y dura a pesar de su forma insustancial.

—Si ella gana, te odiará por ello, si es que no lo hace ya.

—Ella ganará. No trates de evitar el hecho de que es una jugadora más fuerte que el tuyo y siempre ha sido así.

El hombre en el traje gris levanta una mano en la dirección de la hoguera, amplificando el sonido que se hace eco desde el otro lado del patio para que Tom pueda escuchar a su hija, repitiendo el nombre de Friedrick una y otra vez con creciente pánico.

—¿Eso suena como fuerza para ti? —pregunta, bajando su mano y dejando que la voz de Marinette se mezcle en el estruendo de la multitud.

Tom sólo frunce el ceño, las llamas de la hoguera distorsionan aún más su expresión.

—Un hombre inocente murió aquí esta noche —continúa el hombre en el traje gris—. Un hombre al que tu jugadora estaba muy unida. Si no había comenzado a quebrarse ya, esto lo hará. ¿Era eso lo que querías lograr aquí? ¿No has aprendido nada después de tantas competiciones? No hay ninguna forma de predecir lo que pasará. No hay garantías en ninguno de los dos lados.

—Esto aún no ha terminado —dice Tom, desapareciendo en un borrón de luz y sombra.

El hombre en el traje gris continúa caminando como si no se hubiera detenido, haciendo su camino a través de las cortinas de terciopelo que separan el patio del mundo exterior.

Observa el reloj cerca de las puertas por un momento antes de dejar el circo.

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora