ONIROMANCIA

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Concord, Massachusetts, Octubre 1902

Félix pasa todo el día deseando que el sol se ponga, pero lo desafía y mantiene su ritmo habitual a través del cielo, un ritmo en el que Félix nunca ha pensado antes, pero que hoy encuentra sumamente lento. Estuvo a punto de desear que se tratara de un día escolar para que tuviera algo que le ayudara a pasar las horas. Él se pregunta si debe tomar una siesta, pero está demasiado entusiasmado con la repentina aparición del circo para posiblemente dormir.

La cena pasa de la misma manera que lo ha hecho durante meses, los momentos silenciosos rotos por los intentos de su madre de una conversación educada y suspiros ocasionales de Caroline.

Su madre menciona el circo, o más específicamente, la llegada de las personas que traerá.

Félix espera que el silencio vuelva a caer, pero Caroline se vuelve hacia él.

—¿No nos atrevimos a colarnos en el circo la última vez que estuvo aquí, Félix? —Su tono es curioso y ligero, como si realmente no recordara si tal cosa ocurrió o no.

—¿Qué, durante el día? —pregunta su madre. Caroline asiente con la cabeza, vagamente.

—Sí. —dice Félix tranquilamente, dispuesto a que el silencio incómodo regrese.

—Félix —dice su madre, logrando atar a su nombre la advertencia con la decepción. Félix no está seguro de cómo es su culpa, siendo el retado y no el retador, pero Caroline responde antes de que pueda protestar.

—Oh, él no lo hizo —dice ella, como si ahora recordara el incidente con claridad.

Félix sólo se encoge de hombros.

—Bueno, yo no esperaría eso —dice su madre.

El silencio vuelve y Félix mira por la ventana, preguntándose qué exactamente pasará en la puesta de la noche. Él piensa que tal vez lo mejor sería llegar a las puertas tan pronto como se ponga remotamente el atardecer y esperar si es necesario. Siente picazón en sus pies debajo de la mesa, y se pregunta qué tan pronto será capaz de escapar.

Se lleva mucho tiempo limpiar la mesa, una eternidad ayudar a su madre a lavar los platos. Caroline desaparece en su habitación y su padre saca el periódico.

—¿Adónde vas? —Su madre le pregunta cuando se pone su bufanda.

—Voy al circo —dice Félix.

—No llegues demasiado tarde —dice—. Hay trabajo que hacer.

—No —dice Félix, aliviado de que no hubiera especificado la hora, dejando "demasiado tarde" a la interpretación.

—Lleva a tu hermana —añade.

Sólo porque no hay manera de salir de casa sin que su madre mire para ver si va o no a detenerse en la habitación de Caroline, Félix llama a la puerta a medio cerrar.

—Vete —dice su hermana.

—Voy al circo, por si te importaría acompañarme —dice Félix, su voz apagada. Él ya sabe su respuesta.

—No —dice ella, tan predecible como el silencio de la cena—. Cuan infantil — añade, disparándole una mirada desdeñosa.

Félix se marcha sin decir una palabra, dejando que el viento golpeé la puerta detrás de él.

El sol está empezando a ponerse, y hay más gente de lo habitual en esta hora del día, todos caminando en la misma dirección.

Mientras camina, su emoción comienza a disminuir. Tal vez es infantil. Tal vez no será lo mismo.

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora