VIEJOS FANTASMAS

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Londres, Octubre 31, 1902

Es tarde y la acera está oscura a pesar de las farolas de la calle salpicando la línea de edificios de piedra gris. Lila está de pie cerca de las escaleras a oscuras de lo que llamó casa por casi un año, lo que ahora parece como hace una vida. Espera afuera hasta que Adrien vuelva, con un chal celeste que descansa sobre sus hombros como un pedazo de brillante cielo diurno en el medio de la noche.

Pasan horas antes de que Adrien aparezca en la esquina. Su agarre en su portafolio se endurece cuando la ve.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta—. Se supone que estás en los Estados Unidos.

—Dejé el circo —dice Lila—. Me fui. Marinette dijo que podía. —Ella toma un pedazo de descolorido papel arrugado de su bolsillo, que tenía su nombre, su nombre real, el que él le había sonsacado hace muchos años y le pidió que lo escribiera en una de sus cuadernos.

—Claro que lo hizo —Adrien dice.

—¿Puedo subir? —pregunta, jugueteando con el borde de su chal.

—No —dice Adrien, mirando hacia arriba a las ventanas. Una luz tenue y parpadeante ilumina el vidrio—. Por favor, sólo dime lo que sea que tengas que decirme

Lila frunce el ceño. Mira a los costados de la calle, pero esta está oscura y vacía, sólo una brisa fresca soplando, haciendo crujir las hojas en la alcantarilla.

—Sólo quería decir que lo siento —dice en voz baja—. Por no decirte que estaba enojada. Sé que lo que pasó el año pasado fue en parte mi culpa.

—Tendrías que disculparte con Marinette, no conmigo.

—Ya lo hice —dice Lila—. Sé que ella estaba enamorada de alguien, pero pensé que ese alguien era Herr Thiessen. No me di cuenta hasta esa noche que eras tú. Pero ella también lo amaba a él, y lo perdió y yo fui la causa.

—No fue tu culpa —dice Adrien—. Había muchos factores involucrados.

—Siempre ha habido una gran cantidad de factores involucrados —dice Lila—. No quería enredarme tanto en esto. Sólo quería ser útil. Quería terminar... esto y regresar a la manera en que las cosas estaban, antes.

—No podemos volver hacia atrás —dice Adrien—. Una gran parte no es como solía ser.

—Lo sé —dice Lila—. No la puedo odiar. Lo intenté. Ni siquiera me puede desagradar. Me dejó seguir por años, claramente sospechosa de ella, pero siempre fue amable conmigo. Y yo amaba el circo. Sentía que finalmente tenía un hogar, un lugar a donde realmente pertenecía. Después de un tiempo dejé de sentir que te tenía que protegerte de ella, en cambio sentí que tenía que proteger a los demás de ustedes dos, y a los dos del otro. Comencé a hacerlo después de que me fuiste a ver en Paris, dónde estabas tan triste sobre El Árbol de los Deseos, pero sabía que tenía que continuar después que leí las cartas de Marinette.

—¿Cuándo fue esto? —pregunta Adrien.

—Esa noche en Praga cuando supuestamente te ibas a encontrar conmigo — dice Lila—. Nunca me dejaste leerte las cartas, ni siquiera una sola vez antes del año pasado. No me había dado cuenta antes. Me pregunto si hubiera seguido con esto si hubiera tenido la oportunidad. Me tomó años realmente entender lo que sus cartas estaban diciendo. No podía entender lo que estaba justo en frente de mí. Desperdicié mucho tiempo. Esto siempre fue sobre ustedes dos, incluso antes de que se conocieran. Yo sólo era una diversión.

—Nunca fuiste una diversión —dice Adrien.

—¿Alguna vez me amaste? —pregunta Lila.

—No —admite Adrien—. Creí que quizás podría, pero... —Lila asiente.

—Yo creí que lo hacías —dice ella—. Estaba tan segura que lo hacías, aunque nunca me lo habías dicho. No sabía la diferencia entre lo que era real y lo que quería que fuera real. Pensé que esto iba a ser temporal, aun cuando seguía pasando. Pero no lo es. Nunca lo fue. Yo era la que era temporal. Solía pensar que si ella se hubiera ido, tú volverías conmigo.

—Si ella se hubiera ido, yo sería nada —dice Adrien—. Deberías pensar mejor de ti misma que conformarte por eso.

Se quedaron en silencio en el medio de la calle vacía, la brisa nocturna cayendo entre ellos.

—Buenas noches, Srta. Rossi —dice Adrien, empezando a subir las escaleras.

—La cosa más difícil de leer es el tiempo —dice Lila, y Adrien se detiene, dándose la vuelta para mirarla—. Quizás porque cambia muchas cosas. Leí para un sinnúmero de personas en innumerables temas y la cosa más difícil de entender con las cartas siempre es el tiempo. Lo sabía, y todavía me sorprendió. Cuanto tiempo estuve dispuesta a esperar por algo que era sólo una posibilidad. Siempre pensé que era cuestión de tiempo, pero estaba equivocada.

—No esperaba que esto durara. —empieza Adrien, pero Lila lo interrumpe.

—Era cuestión de tiempo —dice ella—. Mi tren estaba retrasado aquel día. El día que te vi dejar tu cuaderno. Si hubiera estado a tiempo jamás nos hubiéramos conocido. Quizás no estábamos destinados a hacerlo. Era una posibilidad, una de miles, pero no inevitable, la forma en que muchas cosas son.

—Lila, lo siento —dice Adrien—. Lamento haberte involucrado en todo esto. Lamento no haberte dicho antes como me siento por Marinette. No sé qué más quieres de mí que pueda darte.

Lila asiente, tirando de su chal más fuerte sobre sus hombros.

—Leí para alguien hace una semana —dice—. Era joven, más joven que lo que yo era cuando te conocí. Alto de la forma que es alguien que no está acostumbrado a serlo. Era genuino y dulce. Hasta me preguntó mi nombre. Y todo estaba en las cartas. Todo. Era como leer para el circo, y eso sólo me había pasado una vez, cuando leí para Marinette.

—¿Por qué me estás diciendo esto? —pregunta Adrien.

—Porque pensé que él podría haberte salvado. No sabía cómo sentirme sobre eso, sigo sin hacerlo. Estaba ahí en sus cartas junto a todo lo demás, tan claro como nada que haya visto nunca. Pensé entonces que esto iba a terminar de una forma diferente. Estaba equivocada. Parece que estoy equivocada bastante seguido. Capaz que es hora que cambie de oficio.

Adrien se detiene, su rostro estaba volviéndose pálido a la luz de la lámpara.

—¿Qué estás diciendo? —pregunta.

—Estoy diciendo que tienes una oportunidad —dice Lila—. Una oportunidad para estar con ella. Una oportunidad para que todo se resuelva por sí mismo de una manera favorable. Quiero eso para ti, de verdad, sin importar todo lo que pasó. Sigo queriendo que seas feliz. Y la oportunidad está ahí. —Ella le da una pequeña, triste sonrisa y mete sus manos en sus bolsillos—. Pero el tiempo no es correcto.

Saca sus manos de sus bolsillos y extiende sus dedos. En su palma hay una pila de cristales negros y brillantes, tan finos como las cenizas.

—¿Qué es eso? —pregunta Adrien mientras ella lleva su mano a sus labios.

En respuesta, Lila sopla suavemente, y la ceniza vuela hacia Adrien en una picante nube gris.

Cuando el polvo se aclara, el portafolio de Adrien está abandonado en la acera a sus pies. Lila lo agarra mientras se va.

Continuará...

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Actualización masiva~

Feliz día!

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora