PLANOS

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Londres, Diciembre 1902

Bridgette Murray se encuentra en los escalones de entrada de la maison Bourgeois, un maletín de cuero en mano y una cartera grande a sus pies.

Toca el timbre de la puerta una docena de veces, alternando con una serie de fuertes golpes, aunque se puede escuchar el eco de la campana dentro de la casa.

Cuando la puerta finalmente se abre, el mismo André está detrás de esta, su camisa violeta fuera del pantalón y un pedazo de papel arrugado en su mano.

—Eras más pequeña la última vez que te vi —dice, mirando a Bridgette desde sus botas hacia su cabello de color azul inclinado hacia arriba—. Y eran dos.

—Mi hermano está en Francia —dice Bridgette, recogiendo la bolsa y siguiendo a André al interior.

La estatua dorada con cabeza de elefante en la sala necesita pulirse. La casa está en un estado de caos o en tanto caos como puede estar —en su inherente manera acogedora y desordenada— una casa repleta del suelo al techo con antigüedades, libros y objetos de arte. No brilla tan intensamente como lo hacía cuando corría por los pasillos con Marin —lo que parece ser hace más de unos pocos años atrás—, persiguiendo a los gatitos color mermelada a través de un arco iris de invitados.

—¿Qué pasó con tu personal? —le pregunta mientras ascienden las escaleras.

—Despedí a muchos de ellos —dice André—. Eran inútiles, no podían mantener una sola cosa en orden. Retuve solamente a los cocineros. No he tenido una cena en un buen tiempo, pero al menos saben lo que están haciendo.

Bridgette lo sigue por el pasillo de columnas forradas hacia su estudio. Nunca antes ha estado en esta habitación en particular, pero duda que siempre estuviera tan cubierta de planos, croquis y botellas vacías de aguardiente.

André se pasea por la habitación, agregando el trozo de papel arrugado en su mano a una pila en una silla y mirando distraídamente un conjunto de planos que cuelgan en las ventanas.

Bridgette despeja un espacio en el escritorio para poner el maletín, moviendo los libros, las astas y tortugas jade talladas. Ella deja la cartera cerca en el suelo.

—¿Por qué estás aquí? —dice André, volviéndose y mirando a Bridgette como si acabara de notar su presencia.

Bridgette abrió los broches del maletín sobre el escritorio, sacando un montón de papel.

—Necesito que me hagas un favor, André —dice ella.

—¿Qué podría ser eso?

—Me gustaría que firmaras sobre la propiedad del circo. —Bridgette encuentra una pluma entre el desorden en el escritorio y la prueba en un trozo de papel para ver si está bien entintada.

—El circo nunca fue mío para empezar —murmura André.

—Por supuesto que lo era.—dice Bridgette, dibujando una enroscada letra B—.Fue tu idea. Pero sé que no tienes tiempo para él, y pensé que podría ser mejor si renuncias a tu puesto como propietario.

André lo considera por un momento, pero luego asiente con la cabeza y se acerca a la mesa para leer el contrato.

—Tienes a Xavier y Etta en esta lista, pero no a Tante Gina —dice mientras lo lee detenidamente.

—He hablado con todos ellos ya —dice Bridgette—. Madame Gina no deseaba involucrarse por más tiempo, pero confía en que la Señorita Cesaire puede manejar sus responsabilidades.

—¿Quién es el Sr. Clarke? —pregunta André.

—Él es un muy querido amigo mío —dice Bridgette, un rubor suave calentando sus mejillas—. Cuidará muy bien del circo.

Le cirque des Rêves (Adrinette/Feligette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora